El Vaticano publica carta sobre el feminismo y la ideología de "género"

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La Congregación para la Doctrina de la Fe dio a conocer este sábado la “Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo”, en la que el Vaticano propone la alternativa católica al feminismo radical y a la ideología de “género”.

El texto, fechado el 31 de mayo de 2004, festividad de la Visitación de la Bienaventurada Virgen María, tiene 37 páginas, consta de una introducción, cuatro capítulos y una conclusión; y en él se plantean, desde una perspectiva bíblica y teológica, la verdadera visión de la dignidad de la mujer y de su papel en el mundo frente al feminismo.

El Arzobispo Angelo Amato, S.D.B., Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, explicó a Radio Vaticano que la carta es “la respuesta a dos tendencias bien delineadas en la cultura contemporánea”.

“La primera tendencia –explica- subraya fuertemente la condición de subordinación de la mujer, que para ser ella misma tendría que constituirse en antagonista del hombre. Se plantea, por lo tanto, una rivalidad radical entre los sexos, según la cual la identidad y el rol de uno son asumidos en desventaja del otro”.

Mons. Amato explicó luego que existe “una segunda corriente que tiende a cancelar las diferencias entre los dos sexos. La diferencia corporal, llamada sexo, se minimiza y se considera un simple efecto de los condicionamientos socio-culturales. Se evidencia, así, como máximo, la dimensión estrictamente cultural, llamada género”.

“De ahí nace el cuestionamiento de la índole natural de la familia, compuesta por padre y madre, la equiparación de la homosexualidad a la heterosexualidad, la propuesta de una sexualidad polimorfa”.

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El Secretario de la Congregación explica luego que la Sagrada Escritura, frente a estas perspectivas, “ofrece tres importantes indicaciones”:

  • El ser humano es una persona, de igual manera el hombre y la mujer. Están en relación recíproca.
  • El cuerpo humano, marcado por el sello de la masculinidad o la feminidad, está llamado a existir en la comunión y en el don recíproco. Por esto el matrimonio es la primera y fundamental dimensión de esta vocación.
  • Aunque trastornadas y obscurecidas por el pecado, estas disposiciones originarias del Creador no podrán ser nunca anuladas.

“La antropología bíblica por tanto sugiere afrontar desde un punto de vista relacional, no competitivo ni de revancha, los problemas que a nivel público o privado suponen la diferencia de sexos”, señaló el Prelado.

El aporte de lo femenino

Al abordar el papel particular de la mujer en la Iglesia y el mundo, el Arzobispo Amato señaló que “la mujer, diversamente del hombre, tiene un carisma propio que se ha dado en llamar ‘la capacidad de acogida del otro’. Se trata de una intuición unida a su capacidad física de dar la vida, que la orienta al crecimiento y a la protección de los otros.

“Es el ‘genio de la mujer’ que le permite adquirir muy pronto madurez, sentido de responsabilidad, respeto por lo concreto, resistencia ante las adversidades. Este patrimonio virtuoso impulsa a las mujeres a estar presentes activamente en la familia y en la sociedad, proponiendo soluciones innovadoras a los problemas económicos y sociales”, agregó el Prelado.

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“En la Iglesia –continuó- el signo de la mujer es más que nunca central y fecundo. Ya desde el principio la Iglesia se consideró una comunidad vinculada a Cristo por una relación de amor. En tal sentido, la Iglesia, esposa de Cristo, ha visto siempre en María su madre y modelo”.

“La referencia a María, con sus disposiciones de escucha, de acogida, de humildad, fidelidad, alabanza y espera, coloca a la Iglesia en continuidad con la historia espiritual de Israel”, agregó.

Mons. Amato concluyó con dos palabras de conclusión: “redescubrimiento y conversión”. “Redescubrimiento de la dignidad común del hombre y la mujer, en el reconocimiento recíproco y en la colaboración. Conversión por parte del hombre y de la mujer a su identidad originaria de ‘imagen de Dios’, cada uno según su propia gracia”.

Lea el texto completo de la Carta en:

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