"En nuestra patria, la evidencia más profunda y extensa del racismo radica en siglos de pecados como los de trata de personas, esclavización, segregación y los efectos persistentes que han experimentado hombres, mujeres y niños afroamericanos".
La experiencia en la historia, indicó el Purpurado estadounidense, se ha visto agravada por la "indignación selectiva expresada frente a ciertas formas de discriminación y el apoyo silencioso a otras expresiones de discriminación por parte de algunas fuerzas políticas, algunas entidades religiosas y eclesiásticas, y algunos medios de comunicación".
"Aquello que debería ser una bendición, –la diversidad de nuestros orígenes, experiencias y culturas– se convierte en un obstáculo para la unidad y una pesada carga para algunos. El dolor que esta situación causa en la vida de las personas es muy real", lamentó.
El Cardenal resaltó que no sirve la aproximación de las "declaraciones políticamente correctas para proclamar la igualdad racial, si no hay un cambio en la actitud básica del corazón humano".