El problema no es la teoría de la evolución, sino el evolucionismo como ideología

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El P. Marc Leclerc, Profesor de Filosofía de la Naturaleza de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, explicó en un artículo aparecido en L'Osservatore Romano que no existe, en concreto, un problema con la teoría de la evolución de Darwin: el problema está en la ideología creada a partir de la teoría.

En el artículo titulado "El problema no es la teoría sino la ideología", el experto jesuita precisa que en el pasado y con más fuerza en la actualidad "muchos, ya sea partidarios o adversarios de Darwin, han confundido su teoría científica de la evolución –que debe discutirse a nivel científico entre personas competentes– con su propia reducción a un sistema ideológico, a una visión del mundo que forzosamente recae en todos los hombres".

El P. Leclerc resalta luego que "como escribía justamente el entonces Cardenal Ratzinger, la polémica no ha nacido de la teoría de la evolución en cuanto tal, sino de la erección de algunos de sus elementos en filosofía universal, en 'clave de interpretación de la entera realidad'".

El autor de "El Origen de las Especies", prosigue el sacerdote, "aplicaba su teoría de la selección natural a cómo emergió nuestra especie, pero no al funcionamiento de las actuales sociedades humanas, subrayando en vez de ello como un carácter benéfico para la especie la adquisición de facultades morales y religiosas que llevan al hombre a proteger al más débil, al contrario de las absurdas pretensiones del darwinismo social".

"Evolución y creación no presentan entre ellas la más mínima oposición, sino que se revelan del todo complementarias", precisa.

Para el P. Leclerc, será de particular importancia "la reflexión sobre el puesto del hombre en la evolución y en la creación. El hombre, como ser viviente, puede encontrar su propio lugar en la evolución de la especie, que, en una lectura post factum, ha preparado desde hace mucho su venida. Pero el hombre no puede reducirse, sin contradicciones, al puro producto de la evolución de la especie: en otras palabras, el hombre no es reducible a la propia animalidad".

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Entonces, prosigue el experto jesuita, "una buena crítica filosófica muestra que el hombre puede justificar los primeros principios de su conocimiento. El ser humano dispone de una capacidad de reflexión, de autoconciencia, de libertad que trascienden necesariamente la pura animalidad y que no pueden ser el simple producto de la evolución".

Finalmente, señala el sacerdote, "como afirma con justicia la teología católica, toda persona humana es objeto de un acto creador singular de parte de Dios, que también se inserta naturalmente en la especie del homo sapiens, y aparece al final como el culmen de un inmenso proceso evolutivo del que ya se comienzan a descubrir algunos de los secretos".

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