Al recibir una edición especial del Premio Internacional “Carlomagno” concedido por la ciudad de Aachen (Alemania) en reconocimiento a su compromiso a favor de la unidad de los pueblos de Europa, el Papa Juan Pablo II renovó su llamado a reconocer las raíces cristianas del Viejo Continente.
El galardón en su versión ordinaria se entrega todos los años desde 1950 por la ciudad alemana de Aachen –conocida en español como Aquisgrán-, y lleva el nombre de Carlomagno por ser el primer Emperador del Sacro Imperio Romano, y cuyos dominios llegaron a cubrir la mayoría de los pueblos que hoy conforman Europa, por lo que es considerado como símbolo de la unidad europea.
El premio le fue concedido al Santo Padre “de forma extraordinaria y única”, en reconocimiento a su compromiso personal y al de la Santa Sede “en favor de la unidad de los Pueblos de Europa sobre la base de los valores radicados en la naturaleza humana y eficazmente promovidos por el Cristianismo”.