Asimismo, mostró su deseo de que "el fuego del Espíritu no se apague, y puedan mantener viva la mirada y el corazón, es necesario estar bien arraigados en la fe de nuestros mayores: padres, abuelos y maestros. No para quedarse presos del pasado, sino para aprender a tener ese coraje capaz de ayudarnos a responder a las nuevas situaciones históricas".
La vida de los que padres en la fe "fue una vida que resistió muchas pruebas y mucho sufrimiento. Pero en el camino, descubrieron que el secreto de un corazón feliz es la seguridad que encontramos cuando estamos anclados, enraizados en Jesús: en su vida, en sus palabras, en su muerte y resurrección".
"Sin este firme sentido de arraigo, podemos quedar desconcertados por las 'voces' de este mundo que compiten por nuestra atención. Muchas de ellas son atractivas, propuestas bien maquilladas que al inicio parecen bellas e intensas, aunque con el tiempo solamente terminan dejando vacío, cansancio, soledad y desgana, y van apagando esa chispa de vida que el Señor encendió un día en cada uno".
El Papa finalizó su homilía insistiendo en que "la amistad cultivada con Jesucristo es el aceite necesario para iluminar el camino, vuestro camino, pero también el de todos los que los rodean: amigos, vecinos, compañeros de estudio y trabajo, incluso el de aquellos que están en total desacuerdo con ustedes".