Al presidir ayer por la tarde las segundas vísperas de la Conversión de San Pablo Apóstol, el Papa Benedicto XVI concluyó la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos y subrayó que “nosotros solos no podemos construir la unidad, sino que es el Espíritu Santo el que nos guía hacia la comunión plena”.

El Santo Padre subrayó durante su homilía que “la comunión en la misma fe es la base para el ecumenismo”, pues “la unidad es donada por Dios como inseparable de la fe”.

“La profesión de la fe bautismal en Dios, Padre y Creador, que se ha revelado en su Hijo Jesucristo, derramando el Espíritu que vivifica y santifica, ya une a los cristianos. Sin la fe - que es ante todo un don de Dios, pero también respuesta del hombre – todo el movimiento ecuménico quedaría reducido a una forma de ‘contrato’, al que se adhieren por un interés común”.

El Papa remarcó que “las cuestiones doctrinales que aún nos dividen no deben ser descuidadas o minimizadas. Más bien, deben ser afrontadas con valentía, en un espíritu de fraternidad y de respeto mutuo”.

El Santo Padre alertó también que “en la sociedad actual, parece que el mensaje cristiano incide cada vez menos en la vida personal y comunitaria; y ello representa un desafío para todas las Iglesias y Comunidades eclesiales”.

“La unidad es en sí misma un supuesto privilegiado - casi un requisito previo - para anunciar de forma más creíble la fe a los que todavía no conocen al Salvador, o que, aun habiendo recibido el anuncio del Evangelio, casi se han olvidado de este don precioso”.

Benedicto XVI recordó que “el escándalo de la división que afectaba la actividad misionera fue el impulso que dio comienzo al movimiento ecuménico que conocemos hoy en día. La comunión plena y visible entre los cristianos ha de entenderse, de hecho, como una característica fundamental para un testimonio aún más claro”.

El Papa indicó sin embargo que “mientras estamos en camino hacia la unidad plena, es necesario perseguir una colaboración concreta entre los discípulos de Cristo, en favor de la transmisión de la fe al mundo contemporáneo”.

“Hoy en día existe una gran necesidad de reconciliación, de diálogo y de comprensión mutua, en una perspectiva no moralista, sino en nombre de la autenticidad cristiana para una presencia más incisiva en la realidad de nuestro tiempo”.

El Santo Padre subrayó que tal “como afirma San Pablo, los cristianos deben ser los primeros en brindar un luminoso ejemplo en la búsqueda de la reconciliación y de la comunión en Cristo, que supere todo tipo de división”.

“Nuestra búsqueda de la unidad en la verdad y en el amor, en fin, nunca debe perder de vista la percepción de que la unidad de los cristianos es obra y don del Espíritu Santo, y va mucho más allá de nuestros propios esfuerzos”.

Por ello, señaló el Papa, “el ecumenismo espiritual, especialmente la oración es el corazón del movimiento ecuménico”.

“Sin embargo, el ecumenismo no dará frutos duraderos si no se acompaña de gestos concretos de conversión, que muevan las conciencias y favorezcan la sanación de los recuerdos y de las relaciones”.

Esta conversión, aseguró el Santo Padre, debe ser “una conversión auténtica, como la que sugiere el profeta Miqueas y de la que el apóstol Pablo es un ejemplo significativo”.

Esta conversión “nos acercará a Dios, al centro de nuestras vidas, de forma que nos acerquemos cada vez más también los unos a los otros”.

“Éste es un elemento fundamental de nuestro compromiso ecuménico. La renovación de la vida interior de nuestro corazón y de nuestra mente, que se refleja en la vida cotidiana, es crucial en cualquier proceso de diálogo y de reconciliación, haciendo que el ecumenismo sea un compromiso mutuo de comprensión, respeto y amor, ‘para que el mundo crea’”.

El Papa pidió a los fieles, hacia el final de su homilía, que “invoquemos con confianza a la Virgen María, modelo incomparable de evangelización, para que la Iglesia ‘sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano’, anuncie con franqueza, también en nuestro tiempo, a Cristo Salvador. Amén”.