“Pero al mismo tiempo –prosiguió el Papa– reconociendo este deber de trabajar contra los sufrimientos causados por nosotros mismos, tenemos que reconocer también y entender, que el sufrimiento es una parte esencial para la maduración humana. Me viene en mente la parábola del Señor sobre el grano caído en la tierra, que sólo así, muriendo, puede dar fruto. Éste caer en la tierra y morir, no es el hecho de un momento, sino que es, precisamente, el proceso de una vida”.
El Papa prosiguió: “quien promete una vida alegre y cómoda, miente. El cristianismo habla de la felicidad, pero sólo se llega a ella a través de la Cruz. Cada día hay dolor, cuando aprendemos a vivir con este dolor, nos volveremos también capaces de ayudar a los demás”.
El ministerio sacerdotal
La última pregunta que le dirigieron al Pontífice los seminaristas fue una petición de consejo para dar inicio a su ministerio presbiteral. “No osaría daros muchos consejos para vuestra vida en la gran ciudad de Roma, ya que es muy diferente de la que yo viví hace 50 años en Baviera. Yo creo que lo esencial es esto: Eucaristía, oración, hablar cada día con el Señor sobre sus palabras y no perder la amistad con los sacerdotes que son la Iglesia viva, y naturalmente, la disponibilidad a la gente que se os confía, porque de esa gente, con sus dificultades, sus experiencias y sus dudas, podemos aprender a buscar y encontrar a Dios, a nuestro Señor Jesucristo”.