El mundo necesita el testimonio de misericordia cristiana, señala Arzobispo

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Durante una Misa que celebró en la ciudad de Magdalena, declarada como “Ciudad de la Misericordia”, el Arzobispo de La Plata, Mons. Héctor Aguer, afirmó que “el mundo de hoy necesita del mensaje y testimonio de la misericordia” y resaltó que “nosotros tenemos que estar dispuestos a darlo”.

El Prelado explicó que “apenas uno se asoma a las noticias del mundo entero, de la Argentina, se da cuenta de cuánta miseria, cuánto pecado, cuántos errores, cuántas tragedias, cuántos sufrimientos inútiles, por el hambre, por la guerra, por el terrorismo; en el fondo, por la maldad, por la indiferencia, por la injusticia de los hombres”.

Por ello, “la Iglesia nos dice que hay obras de misericordia corporales y obras de misericordia espirituales. Estas obras de misericordia significan nuestra disposición a compartir aquellos bienes espirituales que hemos recibido de Dios”, agregó el Arzobispo.

“Obras de misericordia corporales –continuó– son atender a las múltiples necesidades de nuestros hermanos más pobres, a los que tienen alguna aflicción, a aquellos que viven sometidos a extrema pobreza, a aquellos que les falta el trabajo, a aquellas familias que necesitan lo más elemental; tantos enfermos, tanta gente que necesita que nosotros la asistamos en esas necesidades inmediatas”.

“Por otra parte –añadió el Prelado–, las obras de misericordia espirituales son ayudar a aquellos que están extraviados; a aquellos que están fuera del camino de la fe, de la verdad; a aquellos que viven sumergidos en el pecado y casi ni se dan cuenta; a aquellos que viven en el error, con la cabeza llena de ideas extravagantes, que están dispuestos a creer cualquier disparate y en cambio tienen un corazón duro para creer en la verdad”.

Más adelante, el Arzobispo enfatizó que “Cristo resucitado es la muestra más grande del amor misericordioso de Dios que nos ha liberado del pecado. El favor más grande que Dios nos ha hecho es habernos devuelto la vida, la vida espiritual, la luz de comprender cuál es el sentido de nuestra existencia, la libertad de los hijos de Dios para no ser esclavos de nuestras pasiones, de nuestros caprichos, para no ser esclavo de algún poderoso”.

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“Muchas veces creemos sufrir tantas molestias, tantas limitaciones, tantos males. La mínima molestia nos parece una tragedia y solemos incluso quejarnos a Dios porque nos cuesta sobrellevar con paciencia una enfermedad, un contratiempo y no nos damos cuenta de que el peor de los males es el pecado, del que Dios nos ha liberado por su misericordia”, agregó Mons. Aguer.

El Prelado explicó que las obras de misericordia “son más elocuentes que los discursos; el testimonio de alguien que perdona, de alguien que sabe olvidar las ofensas, que no guarda resentimientos, que es el primero en dar lo que tiene para ayudar al otro desde su propia pobreza; aquel que está dispuesto a una palabra, a una compañía serena”.

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