El amor ilimitado de Dios hace grande y digno al hombre, dice el Papa

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En medio de miles de fieles congregados este Jueves Santo por la tarde en la basílica de San Juan de Letrán, el Papa Benedicto XVI presidió la "Santa Misa de la Cena del Señor" en la que hizo un conmovedor llamado a contemplar la grandeza del amor de Dios que nos ama hasta el extremo y a desterrar toda soberbia y autosuficiencia de los corazones.

Tras la lectura del Evangelio que narra la Última CenBenedicto Xa y el lavatorio de los pies resaltando que Jesús nos "amó hasta el extremo”, el Papa dijo que “Dios ama a su criatura, el hombre; lo ama también en su caída y no lo abandona a sí mismo. Él ama hasta el extremo".

"Nos impulsa con su amor hasta el final, hasta el extremo: desciende de su gloria divina. Desciende hasta la extrema bajeza de nuestra caída. Se arrodilla delante de nosotros y realiza el servicio del esclavo; lava nuestros pies inmundos para que seamos admisibles a la mesa de Dios, para que seamos dignos de tomar un puesto en su mesa, una cosa que por nosotros mismos no podremos ni tendremos que hacer jamás”, destacó el Santo Padre en su homilía.

Durante la Santa Misa "in cena Domini", el Pontífice recordó que “Dios no es un Dios lejano, demasiado distante y demasiado grande para ocuparse de nuestras pequeñeces. Porque Él es grande, puede interesarse también de nuestras cosas pequeñas. Porque Él es grande, el alma del hombre, el mismo hombre creado para el amor eterno, no es una cosa pequeña, sino grande y digno de su amor. La santidad de Dios no es solo un poder incandescente; es poder de amor y por esto es poder purificador y sanador”.

Más adelante, el Obispo de Roma relacionó el lavatorio de los pies con la redención traída por Cristo, en cuanto “el baño en el cual nos lava es su amor listo para afrontar la muerte". Al respecto, indicó que "solo el amor tiene aquella fuerza purificante que nos quita la inmundicia y nos eleva a las alturas de Dios. El baño que nos purifica es Él mismo que se dona totalmente a nosotros hasta en la profundidad de su sufrimiento y de su muerte”.

Asimismo, el Papa llamó la atención sobre cómo se es la presencia de Cristo “en los sacramentos de la purificación, el bautismo y la penitencia”, en los que “Él se arrodilla continuamente delante de nuestros pies y realiza el servicio del esclavo, el servicio de la purificación, nos hace capaces de Dios”.

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Judas: El rechazo del amor sin límites

Citando al Señor Jesús en el Evangelio de San Juan: “Vosotros estáis limpios, aunque no todos”, el Papa precisó que “existe el oscuro misterio del rechazo, que con la acción de Judas se hace presente y que, justamente en el Jueves Santo, en el día en que Jesús hace el don de sí, nos debe hacer reflexionar. El amor del Señor no conoce límite, pero el hombre puede poner a éste un límite”.

Tras preguntarse “¿Qué cosa hace inmundo al hombre?”, el Santo Padre respondió: “Es el rechazo al amor, el no querer ser amado, el no amar. Es la soberbia que cree que no tiene necesidad de purificación alguna, que se cierra a la bondad salvadora de Dios. Es la soberbia que no quiere confesar y reconocer que necesitamos de la purificación”.

Meditando en la conducta de Judas, el Pontífice dijo que en este apóstol “vemos la naturaleza del rechazo. Él evalúa a Jesús según las categorías del poder y del éxito: para él solo poder y éxito son realidades, el amor no cuenta. El dinero es más importante que la comunión con Jesús, más importante que Dios y que su amor. Y así, se convierte también en un mentiroso, que juega doble y rompe con la verdad, que vive en la mentira y pierde así el sentido de la verdad suprema de Dios. En este sentido, él se endurece, se hace incapaz de la conversión, del confiado retorno del hijo pródigo y arroja la vida destruida”.

“El Señor –continuó– nos pone en guardia frente a aquella autosuficiencia que pone un límite a su amor ilimitado. Nos invita a imitar su humildad, a confiarnos a ella. Nos invita, por muy perdidos que nos podamos sentir, a retornar a casa y a permitir a su bondad purificadora llevarnos hacia arriba y de hacernos entrar en la comunión de la mesa con Él, con Dios mismo”.

Finalmente, el Santo Padre definió “cada acto de bondad por otro como un servicio de lavar los pies. A esto nos llama el Señor: descender, aprehender la humildad y el coraje de la bondad y también la disponibilidad de aceptar el rechazo y aún así confiar en la bondad y perseverar en ella”.

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“El Señor –dijo para concluir– nos quita nuestra inmundicia con la fuerza purificadora de su bondad”.

San Juan de Letrán

Al celebrar este año la Misa “in cena Domini” en la basílica de San Juan de Letrán, la catedral del Obispo de Roma, Benedicto XVI recuperó una antigua costumbre interrumpida los últimos años por Juan Pablo II que, debido a su avanzada edad y su deteriorado estado de salud, presidía esta celebración en la basílica de San Pedro.

Los asistentes fueron invitados a colaborar en el sostenimiento del proyecto de reconstrucción de las casas de las víctimas de las devastaciones acaecidas en el territorio de la diócesis de Maasin (Filipinas). La suma recaudada fue ofrecida al Santo Padre en el momento de la presentación de los dones.

Al término de la celebración se trasladó el Santísimo Sacramento a la Capilla de la reposición.

Mañana, Viernes Santo, Benedicto XVI presidirá por la tarde, en la basílica de San Pedro, la celebración de la Pasión del Señor y, por la noche, acudirá al Coliseo de Roma, símbolo del martirio de muchos cristianos, para presidir el tradicional Vía Crucis.

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