En María aprendemos la fortaleza para decir "sí" a quienes no se han callado y no se callan ante una cultura del maltrato y del abuso, del desprestigio y la agresión y trabajan para brindar oportunidades y condiciones de seguridad y protección.
En María aprendemos a recibir y hospedar a todos aquellos que han sufrido el abandono, que han tenido que dejar o perder su tierra, sus raíces, sus familias, sus trabajos.
Padre, como María queremos ser la Iglesia que propicie una cultura que sepa acoger, proteger, promover e integrar; que no estigmatice y menos generalice en la más absurda e irresponsable condena de identificar a todo emigrante como portador del mal social.
De ella queremos aprender a estar de pie al lado de la cruz, pero no con un corazón blindado y cerrado, sino con un corazón que sepa acompañar, que conozca de ternura y devoción; que entienda de piedad al tratar con reverencia, delicadeza y comprensión. Queremos ser una Iglesia de la memoria que respete y valorice a los ancianos y reivindique el lugar que tienen como custodios de nuestras raíces.
Padre, como María queremos aprender a "estar".
Enséñanos Señor a estar al pie de la cruz, al pie de las cruces; despierta esta noche nuestros ojos, nuestro corazón; rescátanos de la parálisis y de la confusión, del miedo y de la desesperación. Padre, enséñanos a decir: Aquí estoy junto a tu Hijo, junto a María y junto a tantos discípulos amados que quieren hospedar tu Reino en el corazón. Amén.
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Y después de haber vivido la pasión del Señor junto a María al pie de la cruz, nos vamos con el corazón silencioso y en paz, alegre y con muchas ganas de seguir a Jesús, que Jesús los acompañe y que la Virgen los cuide. Adiós.