Masako nos habló sobre estas cosas desde su propia experiencia como estudiante y maestra. Preguntó cómo se puede ayudar a los jóvenes a que se den cuenta de la propia bondad y valor. Una vez más, quisiera decir que, para crecer, para descubrir nuestra propia identidad, bondad y belleza interior, no podemos mirarnos en el espejo. Se han inventado muchas cosas, pero gracias a Dios todavía no existen selfies del alma.
Para ser felices, necesitamos pedirle ayuda a los demás, que la foto la saque otro, es decir, salir de nosotros mismos e ir hacia los demás, especialmente hacia los más necesitados (cf. ibíd., 171). Y les quiero decir una cosa. No se miren demasiado a ustedes mismos, no se miren demasiado en el espejo de ustedes mismos. Porque corren el riesgo de que tanto mirarse se rompa el espejo.
De modo particular, les pido que extiendan los brazos de la amistad y reciban a quienes vienen, a menudo después de un gran sufrimiento, a buscar refugio en su país. Con nosotros está aquí presente un pequeño grupo de refugiados; vuestra acogida testimoniará que para muchos pueden ser extraños, pero para ustedes pueden ser considerados hermanos y hermanas.
Un maestro sabio dijo una vez que la clave para crecer en sabiduría no era tanto encontrar las respuestas correctas, sino descubrir las preguntas correctas. Cada uno de ustedes piense: ¿Yo sé responder a las cosas? ¿Y sé responder bien a las cosas? ¿Hacer las respuestas correctas? Si alguno dice que sí, te felicito, pero hacete la otra pregunta: ¿Yo sé hacer las preguntas correctas? ¿Yo tengo el corazón inquieto que me lleva a preguntar continuamente a la vida, a mí mismo, a los demás, a Dios? Con las respuestas correctas, ustedes pasan el examen. Pero sin las preguntas correctas, no pasan la vida.
No todos ustedes son maestros como Masako, pero espero que puedan hacerse muy buenas preguntas, cuestionarse y ayudar a otros a hacerse buenas y cuestionadoras preguntas sobre el significado de la vida, y de cómo podemos dar forma a un futuro mejor para quienes vendrán después de nosotros.
Queridos jóvenes: Gracias por vuestra amistosa atención, y gracias por la paciencia, por todo este tiempo que me regalaron y por poder compartir un poco de vuestras vidas. No tapen los sueños, no aturdan sus sueños, denles espacios y anímense a mirar grandes horizontes, a mirar lo que les espera si se animan a construirlos juntos. Japón los necesita, el mundo los necesita despiertos, no dormidos, los necesita generosos, alegres y entusiastas, capaces de construir una casa para todos. Yo les prometo que voy a rezar por ustedes, para que crezcan en sabiduría espiritual, para que sepan hacer las preguntas correctas, para que se olviden del espejo y sepan mirar a los ojos de los demás.
A todos ustedes, y a sus familias y amigos les hago llegar mis mejores deseos y les doy mi bendición. Y les pido que se acuerden también de mandarme buenos deseos, y mandarme bendiciones.
Muchas gracias.