En la Audiencia General de este miércoles y ante unos 40 mil fieles presentes en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI reflexionó sobre la vida de la beata italiana Ángela de Foligno (1248 - 1309). De ella, dijo, los católicos pueden aprender que el secreto de la verdadera conversión está en la oración y que sólo en el esfuerzo cotidiano que pasa por Cristo crucificado se puede llegar a vivir intensamente el auténtico amor, el amor de Dios que tiene "miles de modos" de tocar el alma humana.
En esta "gran mística medieval" causan admiración habitualmente, dijo el Papa, "las cimas de la experiencia de su unión con Dios, pero quizá se consideran poco sus primeros pasos, su conversión y el largo camino que la llevó desde el punto de partida, el ‘gran temor del infierno’, hasta la meta: la unión total con la Trinidad".
Ángela nació en una familia acomodada y recibió una educación mundana. Se casó joven y tuvo varios hijos. Su vida era despreocupada hasta que algunos acontecimientos dramáticos, como el violento terremoto de 1279 y las consecuencias de la guerra contra la ciudad de Perugia la hicieron recapacitar sobre el sentido de su existencia.