Comentando los versículos “Si llevas cuenta de las culpas, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero en Ti está el perdón y así mantenemos tu temor”, Benedicto XVI observó que era “significativo que el temor, una actitud donde se mezclan el respeto y el amor, no sea el castigo sino el perdón. Más que la cólera de Dios, en nosotros debe provocar un santo temor su magnanimidad generosa y desarmante. Dios, pues, no es un soberano inexorable que condena al culpable, sino un padre amoroso al que debemos amar por su bondad siempre dispuesta a perdonar”.
Benedicto XVI explicó que en la segunda parte del salmo, “florecen en el corazón del salmista arrepentido la espera, la esperanza y la certeza de que Dios pronunciará palabras de liberación y borrará el pecado”, mientras en la tercera, “la salvación personal implorada por el orante se extiende a toda la comunidad” y “se enraíza en la fe histórica del pueblo de la alianza, redimido por el Señor no sólo de las angustias de la opresión egipcia sino de todas sus culpas”.
De ese modo, siguió el Santo Padre, en uno de sus más bellos comentarios a los salmos, “la súplica del salmista arranca del mundo oscuro del pecado y se eleva hasta el horizonte luminoso en el que se manifiestan ‘la misericordia y la redención’, dos grandes características de Dios, que es amor”.