El Arzobispo de Barcelona, Cardenal Lluís Martínez Sistach, explica en su columna de hoy que el sentido de la dedicación de un templo está en ofrecerle a Dios una obra hecha por manos humanas para que Él la convierta en algo sagrado, separada de lo profano, en donde pueda encontrarse de manera íntima con cada persona.
En su columna Palabra y vida, el Purpurado explica el sentido de este acto en ocasión de la dedicación del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia el próximo domingo 7 de noviembre que estará a cargo del Papa Benedicto XVI.
El Arzobispo señala que un templo nace de la necesidad práctica de congregarse para rendir culto a Dios, proclamar su Palabra, celebrar sus sacramentos y estar al servicio de las personas. Una vez que se construye, la iglesia o el templo "se dedica a Dios nuestro Señor y se le hace ofrenda de aquella obra construida por manos humanas, pidiéndole que su presencia llene aquel espacio, que así ha empezado a ser un espacio separado de lo profano para convertirse en lugar sagrado donde Dios pueda encontrarse con las personas y sea, también, imagen del templo espiritual hecho de piedras vivas, obra de Dios, donde habita el Espíritu Santo".