18 de abril de 2008 / 10:53 AM
En un intenso y muy articulado discurso, el Papa Benedicto XVI proporcionó una serie de argumentos morales y filosóficos para precisar que los derechos humanos son inherentes a todas las personas y no el fruto de un "acuerdo"; y por lo tanto no pueden ser manipuladas por grupos ideológicos o de presión.
Al hacer referencia al 60º aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, el Santo Padre explicó que este "documento fue el resultado de una convergencia de tradiciones religiosas y culturales, todas ellas motivadas por el deseo común de poner a la persona humana en el corazón de las instituciones, leyes y actuaciones de la sociedad, y de considerar a la persona humana esencial para el mundo de la cultura, de la religión y de la ciencia".
"Es evidente que los derechos reconocidos y enunciados en la Declaración se aplican a cada uno en virtud del origen común de la persona, la cual sigue siendo el punto más alto del designio creador de Dios para el mundo y la historia. Estos derechos se basan en la ley natural inscrita en el corazón del hombre y presente en las diferentes culturas y civilizaciones".