Cuba ya cuenta con su segundo beato, un "campeón de la caridad"

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Una multitud de feligreses asistió el sábado a la beatificación de Fray José Olallo Valdés, llamado Padre de los Pobres y Campeón de la Caridad, convertido ahora en el segundo cubano en ser elevado a los altares.

La ceremonia fue presidida por el Cardenal José Saraiva Martins, Prefecto Emérito de la Congregación para las Causas de los Santos, en la Plaza de la Caridad. Fue la primera ceremonia de este tipo realizada en la isla y contó entre los asistentes con el Presidente de Cuba, Raúl Castro.

"Su beatificación es un hito para la Iglesia en Cuba y para todo el pueblo", afirmó el Cardenal Saraiva, que calificó al beato Olallo de "campeón" y "apóstol" de la caridad cristiana.

El Cardenal Saraiva señaló que "han transcurrido diez años desde la histórica visita de Juan Pablo II a Cuba. La diócesis de Camagüey y toda la Iglesia en Cuba viven hoy en Cuba una etapa memorable".

El Purpurado señaló que "frente a una cultura materialista que se va imponiendo y que deja de lado a los débiles y desamparados, aprendamos del Padre Olallo la virtud de confiar en Dios, de saber amar al prójimo de forma universal".

A la ceremonia asistieron todos los obispos de Cuba así como representantes de la Iglesia en América, incluyendo al Vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina, Mons. Octavio Ruiz; el Obispo Auxiliar de Miami, Mons. Felipe Estévez; el Arzobispo de San Juan de Puerto Rico, Mons. Roberto González, entre otros.

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En la ceremonia, el Arzobispo de Camagüey y Presidente de la Conferencia de Obispos Católicos, Mons. Juan García Rodríguez, entregó una Biblia de obsequio a Raúl Castro, quien estuvo acompañado por el vicepresidente, Esteban Lago, y la jefa de asuntos religiosos del Partido Comunista, Caridad Diego.

Su vida

De padres desconocidos, José Olallo Valdés nació el 12 de febrero de 1820 y un mes después fue depositado en la Casa-Cuna de San José de la Habana, donde el 15 de marzo del mismo año fue bautizado.

Muy joven ingresó en la Orden de San Juan de Dios y se trasladó a Camagüey para asistir a los afectados por el cólera durante la epidemia de 1835, donde se quedó como enfermero en el Hospital.

Como religioso, sufrió en carne propia las leyes de exclaustración y supresión de las órdenes religiosas de España, aplicadas en Cuba por la masonería. El fraile, sin embargo, permaneció siempre fiel a su vocación y nunca se apartó del hospital y los enfermos; a quienes se entregó durante cincuenta y cuatro años de servicio bondadoso, cercano y solícito en un tiempo en que la guerra y la pobreza asolaban Camagüey.

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Su muerte, ocurrida el 7 de marzo de 1889, fue muy sentida en la ciudad, cuyos habitantes le brindaron un entierro apoteósico.

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