Patrick Kéchichian, en un artículo publicado en el diario francés Le Monde, calificó de “escándalo inexistente” a los ataques contra la Iglesia lanzados tras el pedido de los Obispos de Francia con ocasión de la fiesta de la Asunción de la Virgen María, en la que se pidió a Dios que los niños y jóvenes dejen “de ser objeto de los deseos y de los conflictos de los adultos para gozar plenamente del amor de un padre y de una madre”.

La petición de los obispos franceses, que fue leída en todas las parroquias del país el pasado 15 de agosto, fue rápidamente criticada por el lobby gay, que se mostró agraviado.

En un texto re-publicado por el diario vaticano L’Osservatore Romano el 19 de agosto, Kéchichian, lamentó “la desproporción flagrante entre la delicadeza del texto y las acusaciones violentas que ha suscitado”.

“Esta plegaria no ataca, ni pone en tela de juicio a nadie, y seguramente no a los homosexuales. Recuerdo la cuarta invocación, de la que nace la polémica, pero que, subrayamos, viene después de otras tres, una de las cuales es para aquellos que han sido ‘recientemente elegidos para legislar y gobernar’”, escribió.

“He aquí la frase escandalosa, que hace clamar a las almas virtuosas seguras de su buen juicio: ‘Por los niños y los jóvenes, a los que todos ayudamos a descubrir su propio camino para continuar hacia la felicidad; que cesen de ser objeto de los deseos y de los conflictos de los adultos para gozar plenamente del amor de un padre y de una madre’”.

Kéchichian cuestionó si acaso “¿no es evidente que lo que se defiende no va acompañado de ninguna condena hacia las personas y hacia los grupos que no comparten la misma visión de la humanidad y de sus leyes?”.

“Si estos grupos y estas personas no renuncian a expresar sus opiniones, ¿por qué la Iglesia no debería expresar su pensamiento sobre un tema que ocupa el primer puesto entre sus preocupaciones?”.

Para el periodista francés, quienes criticaron a los representantes de la Iglesia en Francia por la oración “confunden laicidad y anticlericalismo militante”.

Kéchichian señaló que “la Iglesia afirma con dulzura y mansedumbre, con santa obstinación, la permanencia de una visión antropológica en la que se enraiza la afirmación de los derechos imprescriptibles de todo hombre y de toda mujer”.

“¿La Iglesia sale de su papel? Si el Gobierno y el Parlamento dan su opinión sobre el matrimonio y deciden cambiar su naturaleza, ¿no es legítimo que la Iglesia, que ha aprendido de Cristo la dignidad del matrimonio y del vínculo entre la mujer y el hombre (dignidad elevada a rango de sacramento), haga también ella oír su voz?”, cuestionó
El periodista indicó que la voz de la Iglesia “no busca tapar a las otras, pero que ella misma no acepta no ser oída a fuerza de sarcasmos y de procesos infundados”.

“El papel de la Iglesia no es el de evolucionar con su tiempo. Si lo hubiera hecho en los siglos pasados, desde hace tiempo ya no sería escuchada. Su papel tampoco es el de taparse los ojos y asustarse por la evolución de las costumbres, sino de mantener una vigilancia, un estado de atención en función de la verdad que ha recibido”.

“¿Dónde está el escándalo? ¿Dónde están los prejuicios? Quizás no en donde los clamores de la malevolencia pretenden descubrirlos”, concluyó.