"Es colocar en ese Corazón limpio, inmaculado, donde Dios se refleja, los bienes preciosos de la fraternidad y de la paz, todo lo que tenemos y todo lo que somos, para que sea ella, la Madre que nos ha dado el Señor, la que nos proteja y nos cuide", dijo el Santo Padre.
Por último, el Papa aseguró que "los labios de María pronunciaron la frase más bella que el ángel pudiera llevar a Dios: 'Que se haga en mí lo que tú dices'" y destacó que "la aceptación de María no es pasiva ni resignada, sino el vivo deseo de adherir a Dios, que tiene 'planes de paz y no de desgracia'".
"Es la participación más íntima en su proyecto de paz para el mundo. Nos consagramos a María para entrar en este plan, para ponernos a la plena disposición de los proyectos de Dios".
"La Madre de Dios, después de haber pronunciado el sí, afrontó un largo y tortuoso viaje hacia una región montañosa para visitar a su prima encinta. Que Ella tome hoy nuestro camino en sus manos; que lo guíe, a través de los senderos escarpados y fatigosos de la fraternidad y el diálogo, por el camino de la paz", concluyó el Santo Padre.