El Pontífice invitó a los miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe "a seguir con particular atención los problemas difíciles y complejos de la bioética". "El Magisterio de la Iglesia ciertamente no puede y no debe intervenir sobre cada novedad de la ciencia, pero tiene el deber de reafirmar los grandes valores en juego y proponer a los fieles y a todos los hombres de buena voluntad los principios y orientaciones ético-morales para las nuevas cuestiones importantes", agregó.
El Papa planteó luego dos criterios fundamentales para el discernimiento moral en este campo: " a) el respecto incondicional al ser humano como persona, desde su concepción hasta su muerte natural, b) el respeto de la originalidad de la transmisión de la vida humana".
El Papa recordó las reacciones contrarias a la Instrucción de 1987 Donum vitae, que llevó a algunos de acusar a la Iglesia de oponerse al desarrollo científico. "Los nuevas problemas relacionados, por ejemplo, con el congelamiento de los embriones humanos, con la reducción embrional, con el diagnóstico pre-implantatorio, con las investigaciones sobre las células estaminales embrionarias y con los intentos de clonación humana, muestran claramente cómo, con la fecundación artificial extra-corpórea, se ha roto la barrera puesta por la necesidad de tutelar la dignidad humana".
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