Por ello, el salmista dice: "Aunque camine por valles oscuros, no temo ningún mal, porque Tú estás conmigo". Benedicto XVI explicó que el salmista usa para describir los valles una expresión hebrea que evoca las tinieblas de la muerte. Sin embargo, el orante avanza sin miedo porque sabe que el Señor lo acompaña. "Se trata de una proclamación de fe indestructible, y sintetiza una experiencia de fe radical: la cercanía de Dios transforma la realidad, el valle oscuro deja de ser peligroso, se vacía de amenazas".
Esta imagen cierra la primera parte del Salmo y deja paso a una escena diversa, dentro de la tienda del pastor: "Preparas una mesa para mí, frente a mis adversarios. Unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa".
El Señor es presentado ahora "como Aquél que acoge al orante, con signos de una hospitalidad generosa y llena de atenciones. Alimentos, aceite, vino: son dones que hacen vivir y dan alegría, porque van más allá de lo que es estrictamente necesario y expresan la gratuidad y la abundancia del amor". Entre tanto, los enemigos observan impotentes, porque "cuando Dios abre su tienda para acogernos, nada puede hacernos daño".
Luego el huésped continúa su viaje bajo la protección divina. Dice el Salmo: "Tu bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida; y habitaré en la casa del Señor por largos días". El camino que ha de recorrer el salmista "adquiere un sentido nuevo, y se convierte en peregrinación hacia el Templo del Señor, el lugar santo donde el orante desea 'habitar' para siempre". Del mismo modo, habitar cerca de Dios, de su bondad, es el anhelo de todo creyente.