Este documento se estudiará en las escuelas y universidades de varios países. Pero también yo os pido, por favor, que lo leáis, que lo conozcáis, porque da tantas oportunidades para ir adelante en el diálogo sobre la fraternidad humana.
En una época como la nuestra, en la que es fuerte la tentación de ver un choque entre la civilización cristiana y la islámica y también la de considerar a las religiones como fuentes de conflicto, quisimos dar un signo ulterior, claro y decisivo, de que, en cambio, es posible encontrarse, es posible respetarse y dialogar, y que, a pesar de la diversidad de culturas y tradiciones, el mundo cristiano y el islámico aprecian y protegen los valores comunes: la vida, la familia, el sentido religioso, el respeto por los ancianos, la educación de los jóvenes y muchos otros.
En los Emiratos Árabes Unidos vive alrededor de poco más de un millón de cristianos: trabajadores de varios países asiáticos. Ayer por la mañana, me encontré con una representación de la comunidad católica en la catedral de San José en Abu Dabi, -un templo muy sencillo-, y luego, tras este encuentro, celebré para todos, -¡eran muchísimos! – Dicen que entre los que estaban dentro del estadio, que tiene una cabida de cuarenta mil personas y los que estaban fuera viéndolo en las pantallas, llegaban a ciento cincuenta mil.
Celebré la Eucaristía en el estadio de la ciudad, anunciando el Evangelio de las Bienaventuranzas. En la misa, concelebrada con los patriarcas, los arzobispos mayores y los obispos presentes, rezamos de forma particular por la paz y la justicia, con una especial intención por Oriente Medio y Yemen.