La vejez está en condiciones de captar el engaño de esta normalización de una vida obsesionada por el disfrute y vacía de interioridad: vida sin pensamiento, sin sacrificio, sin interioridad, sin belleza, sin verdad, sin justicia, sin amor. Esto es corrupción, todo.
La sensibilidad especial de, nosotros viejos, la edad anciana por las atenciones, los pensamientos y los afectos que nos hacen más humanos, debería volver a ser una vocación para muchos. Y será una elección de amor de los ancianos hacia las nuevas generaciones. Seremos nosotros que daremos la alarma, la alerta, estén atentos que eso es la corrupción que no te lleva a nada. La sabiduría de los ancianos es necesaria para ir en contra de la corrupción.
Las nuevas generaciones esperan de nosotros viejos, de nosotros ancianos, una palabra que sea profecía, que abra puertas, nuevas perspectivas fuera de este mundo sin preocupaciones, de la corrupción, de la costumbre a las cosas corruptas.
La bendición de Dios elige la vejez, por este carisma tan humano y humanizador. ¿Qué sentido tiene nuestra vejez? Cada uno de nosotros, ancianos, podemos preguntarnos. Es esto. Ser profeta de la corrupción, y decir a los otros, deténganse, yo hice ese camino y no te lleva a nada, ahora te digo mi experiencia, nosotros ancianos debemos ser profetas contra la corrupción, como Noé fue profeta de la corrupción de su tiempo porque era el único que confió en Dios. Yo les pregunto a todos ustedes, y me pregunto también a mí, ¿mi corazón está abierto para ser profeta contra la corrupción de hoy?