Y por eso el obispo es el ministro originario de la Confirmación (véase Lumen Gentium, 26), porque incorpora el confirmado a la Iglesia. El hecho de que, en la Iglesia latina, este sacramento sea normalmente conferido por el obispo pone de relieve su "efecto de unir a los que la reciben más estrechamente a la Iglesia, a sus orígenes apostólicos y a su misión de dar testimonio de Cristo."(Catecismo de la Iglesia Católica, 1313).
Y esta incorporación eclesial está bien representada por el signo de la paz que concluye el ritual de la crismación. Efectivamente, el obispo dice a cada confirmado: "La paz sea contigo ". Recordando el saludo de Cristo a sus discípulos en la tarde de Pascua, lleno del Espíritu Santo (cf. Jn 20,19-23), -como hemos escuchado- estas palabras iluminan un gesto que "manifiesta la comunión eclesial con el obispo y con todos los fieles " (cf. CIC, 1301). Nosotros, en la Confirmación, recibimos el Espíritu Santo y la paz: esa paz que debemos dar a los demás. Pero pensemos: Que cada uno piense, por ejemplo, en su comunidad parroquial. Está la ceremonia de la Confirmación y después nos damos la paz: el obispo se la da al confirmado, y después en la misa la intercambiamos entre nosotros. Esto significa armonía, significa caridad entre nosotros, significa paz. Pero ¿después que pasa? Salimos y empezamos a hablar mal de los demás, a "despellejarlos". Empiezan los cotilleos. Y los chismes son guerras. ¡No, no está bien! Si hemos recibido el signo de la paz con la fuerza del Espíritu Santo, tenemos que ser hombres y mujeres de paz, y no destruir, con la lengua, la paz que ha hecho el Espíritu. ¡Pobre Espíritu Santo! ¡Qué trabajo tiene con nosotros con esta costumbre del chismorreo! Pensadlo bien: el chismorreo no es una obra del Espíritu Santo, no es una obra de la unidad de la Iglesia. El chismorreo destruye lo que Dios hace. ¡Por favor, acabemos con el chismorreo!
La Confirmación se recibe solo una vez, pero el dinamismo espiritual suscitado por la santa unción es perseverante en el tiempo. Nunca terminaremos de cumplir el mandato de difundir en todas partes el buen olor de una vida santa, inspirada en la fascinante sencillez del Evangelio.