¿Qué hacer en el tiempo de la tentación, cuando todo parece vacilar? Si exploramos la historia de la espiritualidad, notamos enseguida cómo los maestros del alma tenían bien clara la situación que hemos descrito. Para superarla, cada uno de ellos ofreció alguna contribución: una palabra de sabiduría, o una sugerencia para afrontar los tiempos llenos de dificultad. No se trata de teorías elaboradas, elaboradas en la mesa, sino consejos nacidos de la experiencia, que muestran la importancia de resistir y de perseverar en la oración.
Sería interesante repasar al menos algunos de estos consejos, porque cada uno merece ser profundizado. Por ejemplo, los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola son un libro de gran sabiduría, que enseña a poner en orden la propia vida. Hace entender que la vocación cristiana es militancia, es decisión de estar bajo la bandera de Jesucristo y no bajo la del diablo, tratando de hacer el bien también cuando se vuelve difícil.
En los tiempos de prueba está bien recordar que no estamos solos, que alguien vela a nuestro lado y nos protege. También San Antonio abad, el fundador del monacato cristiano, en Egipto, afrontó momentos terribles, en los que la oración se transformaba en dura lucha. Su biógrafo San Atanasio, obispo de Alejandría, narra que uno de los peores episodios le sucedió al Santo ermitaño en torno a los treinta y cinco años, mediana edad que para muchos conlleva una crisis. Antonio fue turbado por esa prueba, pero resistió. Cuando finalmente volvió a la serenidad, se dirigió a su Señor con un tono casi de reproche: «¿Dónde estabas Señor? ¿Por qué no viniste enseguida a poner fin a mis sufrimientos?». Y Jesús respondió: «Antonio, yo estaba allí. Pero esperaba verte combatir» (Vida de Antonio, 10). El combate en la oración, y muchas veces la oración es un combate.
Me viene a la memoria una cosa que viví de cerca, cuando estaba en la otra diócesis. Había un matrimonio que tenía una hija de nueve años con una enfermedad que los médicos no sabían qué era y al final, en el hospital, el médico dijo a la madre, señora llame a su marido, el marido estaba en el trabajo, era un obrero que trabajaba todos los días, y dijo al padre: 'la niña no pasa la noche, es una infección que no podemos hacer nada'. Aquel hombre, quizá no iba todos los domingos a la Misa, pero tenía una fe grande, salió llorando, dejó a la esposa con la niña en el hospital, tomó el tren y recorrió los 70 kilómetros de distancia hacia la Basílica de la Virgen de Luján, la patrona de Argentina, y allí estaba ya cerrada la Basílica, eran casi las diez de la noche, y él se aferró a las rejas de la Basílica y se quedó toda la noche rezando a la Virgen, combatiendo por la salud de la hija, esto no es una fantasía, lo ví yo, combatiendo el hombre allí. Al final, a las seis de la mañana la iglesia abrió, él entró a saludar a la Virgen y volvió a casa. Toda la noche en combate. Cuando llegó, buscó a la esposa y no la encontró, y pensó: 'se fue, no la Virgen no puede hacerme esto'. Después la encontró sonriendo y dijo: 'no sé qué pasó, los médicos dicen que de repente cambió y que ahora se curó'. Aquel hombre, combatiendo con la oración recibió la gracia de la Virgen, la Virgen lo escuchó. Y esto lo vi yo.