Al reflexionar sobre el 40º aniversario de la clausura del Vaticano II, ocurrida el 8 de diciembre de 1965, el Arzobispo de Madrid, Cardenal Antonio María Rouco, afirmó que la respuesta del Concilio a la situación mundial de aquel momento "no fue puramente pragmática ni pastoral sino que se centró en el misterio de la Iglesia visto a la luz del misterio de Cristo".
En su habitual discurso semanal en la Cadena COPE, el Purpurado destacó que el entorno histórico del Concilio se caracterizó por una visión radicalmente materialista del hombre y por un concepto equivocado de la libertad. "Europa, atravesada por el telón de acero pocos meses antes de la convocatoria conciliar -el 25 de diciembre de 1962- vio cómo una de sus ciudades más emblemáticas, Berlín, era también partida por un muro que rodeaba totalmente su parte occidental", recordó.
"También emergieron, dijo, en el horizonte de la Comunidad Internacional una nueva y dolorosa realidad: los países de lo que empieza entonces a llamarse del Tercer Mundo, resultado del proceso global de descolonización puesto en marcha al término de la II Guerra Mundial por las Naciones Unidas. Occidente, en el que con sus conocidas peculiaridades se encontraba España, había entrado de lleno en la sociedad del bienestar y la abundancia". Se desarrollaron, dijo, "las fórmulas egoístas y hedonistas de vida. El reto pastoral para la Iglesia resultaba fulminante".