Benedicto XVI: Sin amor la ciencia pierde su nobleza y su humanidad

Benedicto XVI: Sin amor la ciencia pierde su nobleza y su humanidad

El Papa Benedicto XVI explicó esta mañana que sin amor la ciencia pierde su nobleza y humanidad, durante su visita a la Facultad de Medicina y Cirugía del Policlínico Agostino Gemelli en Roma en ocasión de su 50º aniversario.

Según señala la nota de Radio Vaticano, ante las autoridades del hospital y otras del ámbito civil italiano, el Santo Padre reflexionó sobre la relación de la ciencia y la fe en la búsqueda de la verdad, del llamado "quarere Deum" (lo absoluto) que fue la raíz del progreso de la cultura europea.

Benedicto XVI indicó que "es justamente el amor de Dios, que resplandece en Cristo, que hace aguda y penetrante la mirada de la búsqueda y ayuda a captar aquello que ninguna investigación está en capacidad de percibir".

"Lo tenía bien presente el beato Giuseppe Toniolo, que afirmaba que es parte de la naturaleza del hombre leer en los otros la imagen de Dios amor y en la creación su impronta. Sin amor, también la ciencia pierde su nobleza. Sólo el amor garantiza la humanidad de la investigación".

El Papa se refirió además a los diversos desafíos actuales ante la ciencia y el entendimiento sobre la realidad del ser humano, en medio de los avances tecnológicos que se dan cada vez más rápido.

"Los múltiples descubrimientos, las tecnologías innovadoras que se suceden con un ritmo tan rápido, son, con razón, motivo de orgullo, pero a menudo no son sin consecuencias preocupantes", advirtió.

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Benedicto XVI alertó luego sobre una "crisis de pensamiento" en la que el hombre se ve "rico en recursos, pero no igualmente rico en sus objetivos, el hombre de nuestro tiempo vive a menudo condicionado por el relativismo y por el reduccionismo, que llevan a perder el sentido de las cosas, casi ofuscado por la eficacia técnica, olvida el horizonte esencial de la necesidad de sentido, relegando la dimensión trascendente a la insignificancia".

"En este contexto, el pensamiento se debilita y, al mismo tiempo, va ganando terreno un empobrecimiento ético, que nubla las referencias normativas de valor. Parece quedar en el olvido la que fuera la raíz fecunda de la cultura europea y del progreso. En ella, la búsqueda de lo absoluto –el quaerere Deum– comprendía la exigencia de profundizar en las ciencias seculares y en todo el mundo del conocimiento".

El Santo Padre dijo que "la investigación científica y la búsqueda de sentido, de hecho, a pesar de las características epistemológicas y metodológicas, brotan de un mismo manantial, ese Logos que preside la obra de la creación y guía la inteligencia de la historia. Una mentalidad fundamentalmente ‘tecnopráctica’ genera un arriesgado desequilibrio entre lo que es técnicamente posible y lo que es moralmente bueno, con consecuencias imprevisibles".

Por ello, continuó, "es importante, entonces, que la cultura vuelva a descubrir el vigor del significado y el dinamismo de la trascendencia. En una palabra, que abra con firmeza el horizonte del quaerere Deum".

"Se puede decir que el mismo impulso a la investigación científica se debe a la nostalgia de Dios que vive en los corazones humanos: después de todo, el hombre de ciencia tiende, a menudo inconscientemente, a llegar a esa verdad que da sentido a la vida".

Para que la investigación humana llegue a buen puerto, prosiguió el Pontífice, es necesario "redescubrir el lugar donde surge, que la investigación científica comparte con la búsqueda de la fe, la fides quaerens intellectum, casi una exigencia complementaria de la inteligencia de lo real".

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"Pero, paradójicamente, precisamente la cultura positivista, excluyendo del debate científico la pregunta sobre Dios, determina el declive del pensamiento y el debilitamiento de la capacidad de la inteligencia de lo real", advirtió.

"Sin embargo, el quaerere Deum del hombre se perdería en una maraña de caminos, si no saliera a su paso un camino de iluminación y de segura orientación, que es el mismo Dios que se hace cercano al hombre con inmenso amor".

El Papa precisó luego que siendo la "religión del Logos, el Cristianismo no relega la fe en el ámbito de lo irracional, si no que atribuye el origen y el sentido de la realidad a la Razón creadora, que en el Dios crucificado se ha manifestado como amor y que invita a recorrer el camino del quaerere Deum".

"Y es justamente recorriendo el sendero de la fe que el hombre es capaz de notar en las mismas realidades de sufrimiento y de muerte, que atraviesan su existencia, una posibilidad autentica de bien y de vida. En la Cruz de Cristo reconoce el Árbol de la vida, revelación del amor apasionado de Dios por el hombre. El cuidado de aquellos que sufren es entonces encuentro cotidiano con el rostro de Cristo, y la dedición de la inteligencia y del corazón se hace señal de la misericordia de Dios y de su victoria sobre la muerte".

El Papa resaltó luego que "vivida en su integridad, la búsqueda es iluminada por ciencia y fe, y de estas dos ‘alas’ toma impulso y fuerza, sin perder jamás la justa humildad, el sentido del propio límite. De tal manera la búsqueda de Dios se vuelve fecunda para la inteligencia, fermento de cultura, promotora de verdadero humanismo, búsqueda que no se detiene en la superficie".

El rol de la Universidad Católica

Para esta búsqueda, dijo Benedicto XVI, es insustituible la tarea de la Universidad Católica, "lugar en el que la relación educativa está colocada al servicio de la persona en la construcción de una cualificada competencia científica, radicada en un patrimonio de saberes que el paso de las generaciones ha destilado en sabiduría de vida; lugar en el que la relación de cura no es un oficio, sino una misión; donde la caridad del Buen Samaritano es la primera cátedra y el rostro del hombre que sufre el Rostro mismo de Cristo: ‘lo habéis hecho a mi’".

"La Universidad Católica del Sagrado Corazón, en el trabajo cotidiano de experimentación, de enseñanza y de estudio, vive en esta traditio que expresa la propia potencialidad de innovación: ningún progreso, mucho menos sobre el plano cultural, se nutre de mera repetición, si no que exige un inicio siempre nuevo", dijo.

"Requiere además aquella disponibilidad al debate y al diálogo que abre la inteligencia y testimonia la rica fecundidad del patrimonio de la fe. Así se da forma a una sólida estructura de personalidad, donde la identidad cristiana penetra el vivir cotidiano y se expresa desde el interno de una profesionalidad excelente".

El Papa indicó que "la Universidad Católica, que con la sede de Pedro tiene una relación particular, está llamada hoy a ser institución ejemplar que no limita el aprendizaje a la funcionalidad de un resultado económico, sino que amplía el respiro sobre proyectos en los que el don de la inteligencia investiga y desarrolla los dones del mundo creado, superando una visión sólo productiva y utilitarista de la existencia, porque ‘el ser humano está hecho para el don, que expresa y actúa la dimensión de trascendencia’".

El Santo Padre resaltó también que "una facultad católica de medicina es un lugar donde el humanismo trascendente no es un eslogan retórico, sino la regla vivida de la dedición cotidiana. Soñando con una Facultad de Medicina y Cirugía auténticamente católica, el Padre Gemelli –y con él tantos otros, como el Prof. Brasca–, volvía a colocar en el centro de la atención a la persona humana en su fragilidad y en su grandeza, en sus siempre nuevas fuentes de una búsqueda apasionada y en la no menor conciencia del límite y del misterio de la vida".

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