24 de marzo de 2007 / 11:31 AM
Al recibir esta mañana en el Vaticano a los participantes de un Congreso promovido por la Comisión de los Episcopados de la Comunidad Europea (COMECE) con ocasión del 50º aniversario de los Tratados de Roma, el Papa Benedicto XVI lanzó un clamoroso llamado al “Viejo Continente” a no apostatar ni de Dios ni de su propia identidad y a construir una “casa común” abierta a los valores universales y absolutos.
Después de reconocer que en los últimos 50 años el continente ha recorrido “un largo camino”, que ha conducido a la “reconciliación de los dos pulmones –Oriente y Occidente–, ligados por una historia común, pero arbitrariamente separados por una cortina de injusticia”, el Santo Padre hizo un repaso por los capítulos políticos, económicos y sociales de la Unión Europea, llegando a alarmar sobre su posible desaparición.
Tomando en cuenta el aspecto demográfico, el Pontífice advirtió que “se debe lamentablemente constatar que Europa parece encaminada sobre una vía que podría llevarla a despedirse de la historia”. A su juicio, esa situación, “además de poner en riesgo el crecimiento económico, puede causar enormes dificultades a la cohesión social y, sobre todo, favorecer un peligroso individualismo, desatento de las consecuencias del futuro”.