Benedicto XVI en Colonia: Sólo con Cristo se abren las puertas de la vida

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Durante su primer encuentro con los jóvenes venidos de todas partes del mundo para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) que se realiza en esta ciudad, el Papa Benedicto XVI señaló que “sólo con Cristo se abren las puertas de la vida” y recordó que “Cristo no quita nada sino que lo da todo”.

A bordo de un barco que se desplazó por el río Rhin rumbo a la Catedral de Colonia y ante el saludo de cientos de miles de jóvenes en las orillas, el Santo Padre señaló que Cristo “no quita nada de lo que hay de hermoso y grande en vosotros, sino que lleva todo a la perfección para la gloria de Dios, la felicidad de los hombres y la salvación del mundo”.

Saludó a los jóvenes y les dijo que se han hecho “peregrinos tras los Magos de Oriente. Siguiendo sus huellas, queréis descubrir a Jesús. Habéis aceptado emprender el camino para llegar también vosotros a contemplar, personal y comunitariamente, el rostro de Dios manifestado en el niño acostado en el pesebre”.

Seguidamente, el Pontífice afirmó que “como vosotros, también yo me he puesto en camino para, con vosotros, arrodillarme ante la blanca Hostia consagrada, en la que los ojos de la fe reconocen la presencia real del Salvador del mundo. Todos juntos seguiremos meditando sobre el tema de esta Jornada Mundial del Juventud: 'Venimos a adorarlo' (Mt 2,2)”.

“Saludo particularmente –continuó el Santo Padre– a los que han venido de Oriente, como los Magos. Representáis a las incontables muchedumbres de nuestros hermanos y hermanas de la humanidad que esperan, sin saberlo, que aparezca en su cielo la estrella que los conduzca a Cristo, Luz de las Gentes, para encontrar en Él la respuesta que sacie la sed de sus corazones. Saludo con afecto también a los que estáis aquí y no habéis recibido el bautismo, a los que no conocéis todavía a Cristo o no os reconocéis en la Iglesia. Precisamente a vosotros os invitaba de modo particular a este encuentro el Papa Juan Pablo II; os agradezco que hayáis decidido venir a Colonia”.

El Pontífice precisó que durante estos días es posible para los jóvenes “recobrar la experiencia vibrante de la oración como diálogo con Dios, del que sabemos que nos ama y al que, a la vez, queremos amar. Quisiera decir a todos insistentemente: abrid vuestro corazón a Dios, dejad sorprenderos por Cristo. Dadle el 'derecho a hablaros' durante estos días. Abrid las puertas de vuestra libertad a su amor misericordioso. Presentad vuestras alegrías y vuestras penas a Cristo, dejando que Él ilumine con su luz vuestra mente y acaricie con su gracia vuestro corazón”.

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“En estos días benditos de alegría y deseo de compartir –prosiguió– haced la experiencia liberadora de la Iglesia como lugar de la misericordia y de la ternura de Dios para con los hombres. En la Iglesia y mediante la Iglesia llegaréis a Cristo que os espera”.

Asimismo, Benedicto XVI recordó a Juan Pablo II y aseguró que “este gran Papa ha sabido entender los desafíos que se presentan a los jóvenes de hoy y, confirmando su confianza en ellos, no ha dudado en incitarlos a proclamar con valentía el Evangelio y ser constructores intrépidos de la civilización de la verdad, del amor y de la paz. Ahora me corresponde a mí recoger esta extraordinaria herencia espiritual que nos ha dejado el Papa Juan Pablo II”.

“Todos juntos –siguió– tenemos el cometido de llevar a la práctica sus enseñanzas. Con este compromiso estamos aquí, en Colonia, peregrinos tras las huellas de los Magos. Mateo refiere en su Evangelio la pregunta que ardía en el corazón de los Magos: '¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido?' (Mt 2, 2). Su búsqueda era el motivo por el cual emprendieron el largo viaje hasta Jerusalén. Por eso soportaron fatigas y sacrificios, sin ceder al desaliento y a la tentación de volver atrás. Ésta era la única pregunta que hacían cuando estaban cerca de la meta”.

El Pontífice explicó que, como los Reyes Magos, “hemos venido a Colonia porque hemos sentido en el corazón, si bien de forma diversa, la misma pregunta que inducía a los hombres de Oriente a ponerse en camino.¿Dónde encuentro los criterios para mi vida; dónde los criterios para colaborar de modo responsable en la edificación del presente y del futuro de nuestro mundo? ¿De quién puedo fiarme; a quién confiarme? ¿Dónde está aquél que puede darme la respuesta satisfactoria a los anhelos del corazón? Hacerse estas preguntas significa además buscar a Alguien que ni se engaña ni puede engañar, y que por eso es capaz de ofrecer una certidumbre tan firme, que merece la pena vivir por ella y, si fuera preciso, también morir por ella”.

El Papa resaltó que nosotros debemos optar para entrar en la experiencia de la Eucaristía. “En efecto, en cada Misa, el encuentro con la Palabra de Dios nos introduce en la participación del misterio de la cruz y resurrección de Cristo y de este modo nos introduce en la Mesa eucarística, en la unión con Cristo”, subrayó.

“En el altar está presente al que los Magos vieron acostado entre pajas: Cristo, el Pan vivo bajado del cielo para dar la vida al mundo, el verdadero Cordero que da su propia vida para la salvación de la humanidad. Iluminados por la Palabra, siempre es en Belén –la 'Casa del pan'– donde podremos tener ese encuentro sobrecogedor con la indecible grandeza de un Dios que se ha humillado hasta el punto hacerse ver en el pesebre y de darse como alimento sobre el altar”, resaltó el Santo Padre.

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“Durante estas jornadas, en este Año de la Eucaristía, contemplaremos con el mismo asombro a Cristo presente en el Tabernáculo de la misericordia, en el Sacramento del altar. Queridos jóvenes, la felicidad que buscáis, la felicidad que tenéis derecho de saborear, tiene un nombre, un rostro: el de Jesús de Nazareth, oculto en la Eucaristía. Sólo Él da plenitud de vida a la humanidad. Decid, con María, vuestro «sí» al Dios que quiere entregarse a vosotros”, expresó el Papa.

“Que vuestra presencia –indicó el Pontífice– en esta ciudad sea el primer signo de anuncio del Evangelio mediante el testimonio de vuestro comportamiento y alegría de vivir. Hagamos surgir de nuestro corazón un himno de alabanza y acción de gracias al Padre por tantos bienes que nos ha dado y por el don de la fe que celebraremos juntos, manifestándolo al mundo desde esta tierra del centro de Europa, de una Europa que debe mucho al Evangelio y a los que han dado testimonio de él a lo largo de los siglos”.

Al finalizar su discurso, el Papa comentó que iría en peregrinación a la Catedral de Colonia y comentó que “las reliquias nos conducen a Dios mismo; en efecto, es Él quien, con la fuerza de su gracia, da a seres frágiles la valentía de testimoniarlo ante del mundo. Cuando la Iglesia nos invita a venerar los restos mortales de los mártires y de los santos, no olvida que, en definitiva, se trata de pobres huesos humanos, pero huesos que pertenecían a personas en las que se ha posado la potencia trascendente de Dios”.

“Las reliquias de los santos son huellas de la presencia invisible pero real que ilumina las tinieblas del mundo, manifestando el Reino de los cielos que habita dentro de nosotros. Ellas proclaman, con nosotros y por nosotros: 'Maranatha' – 'Ven, Señor Jesús'. Queridos, con estas palabras os saludo y os cito para la vigilia del sábado por la tarde. A todos, ¡hasta luego!”, concluyó el Santo Padre.

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