En su discurso previo al rezo del Ángelus, ante los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI señaló que el poder de Cristo transforma lo que es aparentemente insignificante en quienes desconfían de sus propias fuerzas, y depositan su confianza en la del amor de Dios.

Al recordar las parábolas de la semilla que crece por sí misma y la de la semilla de mostaza, el Papa explicó que “a través de imágenes del mundo de la agricultura, el Señor presenta el misterio de la Palabra y del Reino de Dios, e indica las razones de nuestra esperanza y nuestro compromiso”.

En referencia a la primera parábola, el Santo Padre indicó que “el hombre siembra con la confianza de que su trabajo no será infructuoso. Lo que sostiene al agricultor en sus fatigas diarias es, precisamente, la confianza en la fuerza de la semilla y en la bondad de la tierra”.

“Todo cristiano, por lo tanto, sabe muy bien que debe hacer todo lo posible, pero que el resultado final depende de Dios: esta conciencia lo sostiene en la fatiga cotidiana, especialmente en situaciones difíciles”.

El Papa recordó las palabras de San Ignacio de Loyola, al recomendar “actúa como si todo dependiera de ti, sabiendo muy bien que, en realidad, todo depende de Dios”.

En la segunda parábola, explicó Benedicto XVI, “se trata de una semilla específica, el grano de mostaza, considerada la semilla más pequeña de todas las semillas. A pesar de lo pequeño, sin embargo, está llena de vida, desde su despedazarse nace un brote capaz de romper el terreno, de salir a la luz del sol y de crecer hasta convertirse en ‘la más grande de todas las hortalizas’: la debilidad es la fuerza de la semilla, el despedazarse es su poder”.

“La imagen de la semilla es particularmente querida por Jesús, porque expresa muy bien el misterio del Reino de Dios. En las dos parábolas de hoy, representa un ‘crecimiento’ y ‘contraste’. El crecimiento que se produce gracias a un dinamismo presente en la semilla misma y el contraste que existe entre la pequeñez de la semilla y la grandeza de lo que produce”.

Benedicto XVI indicó que “el mensaje es claro: el Reino de Dios, aún si exige nuestra colaboración, es, ante todo, don del Señor, la gracia que precede al hombre y sus obras”.

“Nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se inmerge en la de Dios, no teme ningún obstáculo, porque la victoria del Señor es segura”.