El Santo Padre subrayó que "si no se crea en los corazones la fuerza de la reconciliación, el compromiso político por la paz adolece del presupuesto interior. En el Sínodo africano, los pastores de la Iglesia se han comprometido en aquella purificación interior del ser humano que constituye la condición esencial preliminar para la edificación de la justicia y de la paz. Pero esa purificación y madurez interior hacia una verdadera humanidad no pueden existir sin Dios".
Hablando luego sobre el viaje a Tierra Santa, el Papa agradeció al Rey de Jordania la "manera ejemplar con que se compromete en la convivencia pacífica entre cristianos y musulmanes, así como el respeto de las otras religiones y la colaboración en la responsabilidad común ante Dios".
El Santo Padre también agradeció al gobierno de Israel "por todo lo que hizo para que la visita se desarrollase pacíficamente" y por haber podido "celebrar dos grandes liturgias públicas en Jerusalén y en Nazaret". Asimismo manifestó su agradecimiento a la autoridad palestina "por la gran cordialidad con me acogió y porque hizo posible que celebrara una liturgia pública en Belén y me mostró los sufrimientos y las esperanzas de su territorio".
"La visita a Yad Vashem significó un encuentro estremecedor con la crueldad de la culpa humana, con el odio de una ideología ciega, que sin ninguna justificación entregó a millones de personas humanas a la muerte y que con ello, en definitiva, quiso expulsar del mundo a Dios, al Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob y al Dios de Jesucristo. Así, este es, en primer lugar, un monumento conmemorativo contra el odio, un llamamiento urgente a la purificación y al perdón, al amor", señaló después.