Audiencia General: El Papa Francisco anima a rezar de corazón y con perseverancia

Audiencia General: El Papa Francisco anima a rezar de corazón y con perseverancia
El Papa Francisco en la Audiencia General en la Biblioteca del Palacio Apostólico. Foto: Vatican Media

El Papa Francisco comenzó una nueva serie de catequesis sobre la oración durante la Audiencia General semanal este miércoles 6 de mayo en la que explicó que "la oración es el respiro de la fe, es su expresión más propia. Es como 'un grito' que sale del corazón de quien cree y confía en Dios".

Al iniciar esta nueva serie de catequesis sobre la oración, el Pontífice se basó en el pasaje bíblico del Evangelio de San Marcos (10, 46-52) que tiene como personaje central a Bartimeo, un mendigo ciego que vivía en la ciudad de Jericó.

De este modo, en la catequesis en italiano que pronunció el Papa en la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano ante diez de sus colaboradores, quienes, ocho de ellos, como es habitual, leyeron el mismo pasaje del Evangelio y una síntesis de la catequesis en: francés, inglés, alemán, español, portugués, árabe y polaco.

Al referirse a la historia de Bartimeo, el Santo Padre reconoció: "les confieso, para mí es, el más simpático de todos" los personajes del Evangelio.

"Era ciego, y estaba sentado a mendigar sobre la orilla del camino en la periferia de su ciudad, Jericó. No es un personaje anónimo, tiene un rostro, un nombre: Bartimeo, es decir, 'hijo de Timeo'. Quien un día, escuchó que Jesús habría pasado por allí", relató el Papa quien añadió, de hecho, que en Jericó pasaban muchas personas "peregrinos y mercaderes".

En esta línea, el Pontífice señaló que Bartimeo "habría hecho todo lo posible para encontrar a Jesús" y agregó en forma espontánea que "muchas personas hacían lo mismo" y puso el ejemplo de Zaqueo, de baja estatura, quien subió el árbol ante la multitud que querían ver a Jesús.

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"Él no ve, no sabe si Jesús está cerca o lejos, no lo oye, lo entiende entre la multitud, que en cierto punto aumenta y se acerca... Pero está completamente solo, y a nadie le importa. ¿Y qué hace Bartimeo? Grita y grita, y sigue gritando. Usa la única arma en su poder: la voz. Comienza a gritar: 'Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí'", describió el Papa.

En este sentido, el Santo Padre dijo que los gritos de Bartimeo "molestan, no parecen educados, y muchos lo regañan, le dicen que se calle: 'Sé educado, no hagas así'. Pero Bartimeo no calla, por el contrario, grita aún más fuerte: 'Hijo de David, Jesús, ten piedad de mí'".

"Aquellos que buscan una gracia y llaman, llaman, a la puerta de Dios... Él grita. Llama", expresó el Papa Francisco quien se detuvo en la expresión: "Hijo de David" para indicar que es "muy importante" pues "quiere decir 'el Mesías'. Confiesa al Mesías. Es una profesión de fe que surge de la boca de aquel hombre despreciado por todos. Y Jesús escucha su grito".

Oración que toca el corazón de Dios

Por ello, el Pontífice destacó que "la oración de Bartimeo toca el corazón, el corazón de Dios, y se abren para él las puertas de la salvación. Jesús lo llama(…)".

"Se pone de pie de un salto y aquellos que previamente le dijeron que se callara, a pesar de él, lo conducen al Maestro. Jesús le habla, le pide que exprese su deseo -esto es importante- y luego el grito se convierte en una solicitud: ¡Que pueda ver de nuevo, Señor!".

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De este modo, el Papa explicó que "la fe es tener dos manos alzadas, una voz que grita para implorar el don de la salvación" y citó el Catecismo de la Iglesia Católica para afirmar: "la humildad es el fundamento de la oración".

"La oración nace de la tierra, del 'humus', del cual deriva 'humilde', 'humildad'; viene de nuestro estado de precariedad, de nuestra continua sed de Dios. La fe, lo hemos visto con Bartimeo, es grito; la no-fe es sofocar el grito… Sofocar aquel grito es una especie de 'omertá'. La fe es protesta en contra una condición penosa de la cual no entendemos el motivo; la no-fe es limitarse a padecer una situación a la cual nos hemos adaptado. La fe es esperanza de ser salvados; la no-fe es acostumbrarse al mal que nos oprime. Y continuar así", afirmó el Pontífice.

Precisamente, el Santo Padre remarcó que esta serie de catequesis comienza con el grito de Bartimeo, porque "quizá en una figura como la suya está escrito todo". Bartimeo "es un hombre perseverante. Alrededor de él había gente que explicaba que implorar era inútil, que era un gritar sin respuesta, que era un ruido que solo molestaba, que por favor dejara de gritar, pero él permaneció en silencio. Y al final, consiguió lo que quería".

"Más fuerte que cualquier argumento contrario, en el corazón humano hay una voz que invoca. Todos tenemos esta voz adentro. Una voz que sale espontánea, sin que nadie lo ordene, una voz que cuestiona el significado de nuestro camino aquí, sobre todo cuando estamos en la oscuridad: 'Jesús, ten piedad de mí! ¡Jesús, ten piedad de mí!' ¡Hermosa esta oración!", advirtió el Papa.

Por último, Francisco dijo que toda la creación "invoca y suplica para que el misterio de la misericordia encuentre su cumplimiento definitivo" y, así citó al apóstol San Pablo quien afirmó que toda la creación "sufre los dolores del parto" para indicar que "no solo rezan los cristianos" sino que los cristianos "comparten el grito de la oración con todos los hombres y las mujeres" y los artistas a menudo son "intérpretes de este grito silencioso de lo creado, que empuja a toda creatura y que emerge sobre todo en el corazón del hombre, porque el hombre es un 'mendigo de Dios'. Hermosa definición del hombre: mendigo de Dios", concluyó el Papa Francisco en su catequesis.

Evangelio comentado por el Papa Francisco:

Marcos 10, 46-52

"En aquel tiempo, mientras Jesús salía de Jericó acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: ¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí! Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: ¡Hijo de David, ten compasión de mí! Jesús se detuvo y dijo: Llamadle. Llaman al ciego, diciéndole: ¡Animo, levántate! Te llama. Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús. Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? El ciego le dijo: Rabbuní, ¡que vea! Jesús le dijo: Vete, tu fe te ha salvado. Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino".

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