"Y finalmente, no podemos dejar de pensar en nuestra Palestina, el país en el que nos encontramos hoy. ¿Qué pasa con este país, siempre esperando un futuro de paz que parece no llegar nunca? La voz del dolor de este pueblo es realmente fuerte, ensordecedora".
Palestino, dijo, es "un pueblo que necesita vivir la justicia, que quiere conocer la libertad, que está cansado de esperar que se le permita vivir libre y con dignidad en su tierra y hogar, que no quiere vivir solo de permisos de entrada o salida o trabajo o de lo que sea necesario para vivir en ese momento".
"No se necesitan concesiones, sino derechos, y poner fin a años de ocupación y violencia, con todas sus dramáticas consecuencias en la vida de cada individuo y de la comunidad en general, generando nuevas relaciones en las que reine la confianza mutua y no la desconfianza", destacó el Arzobispo.
"Las consecuencias de esta situación agotadora se sienten en todas partes. Parecería, pues, que las voces a escuchar son las del resentimiento, los prejuicios, los malentendidos, las sospechas, los miedos, el cansancio, que lamentablemente muchas veces afloran en nuestros discursos y encuentran espacio en muchos corazones. ¡Pero no tiene por qué ser así! ¡Un cristiano no puede permitírselo!".