Anunciar y testimoniar la alegría, núcleo de misión de sacerdotes, recuerda el Papa

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El Papa Benedicto XVI explicó a los 29 diáconos de la Diócesis de Roma que esta mañana ordenó sacerdotes; y con ellos a todos los presbíteros, que "anunciar y testimoniar la alegría" es el "núcleo central de vuestra misión".

En la homilía de la Eucaristía celebrada en la Basílica de San Pedro a las 09:30 (hora local), el Santo Padre, refiriéndose a la Primera Lectura tomada de los Hechos de los Apóstoles, comentó que el diácono Felipe en Samaria anuncia con fidelidad a Cristo, cuyos habitantes "acogen unánimes el anuncio de Felipe, y gracias a su adhesión al Evangelio, pudo curar a muchos enfermos".

Tras precisar que en Samaria "resonó el anuncio de Cristo que abrió a la alegría el corazón de cuantos lo acogieron con fe", Benedicto XVI subrayó a los ordenandos que "esta es también vuestra misión: llevar a todos el Evangelio, para que todos experimenten la alegría de Cristo y exista alegría en toda ciudad. ¿Qué puede ser más bello que esto? ¿Qué más grade o entusiasmante que cooperar en la difusión en el mundo de la Palabra de la vida, que comunicar el agua viva del Espíritu Santo?"

Para ser colaboradores de la alegría de los otros, prosiguió el Papa, "en un mundo con frecuencia triste y negativo, es necesario que el fuego del Evangelio arda dentro de ustedes, que habite en ustedes la alegría del Señor. Solo entonces podrán ser mensajeros y multiplicadores de esta alegría llevándosela a todos, especialmente a cuantos están tristes y desesperanzados".

Luego de explicar el profundo significado que tiene la imposición de las manos con la que se confiere la dignidad presbiteral, el Pontífice precisó que "en el futuro, deberán siempre retornar a este momento, a este gesto que no tiene nada de mágico, sino que en realidad es rico en misterio, porque aquí está el origen de vuestra misión. En esta oración silenciosamente ocurre el encuentro entre dos libertades: la libertad de Dios, operante mediante el Espíritu Santo, y la libertad del hombre".

Benedicto XVI recordó asimismo que cuando Cristo, "cumplida su misión retorna al Padre, envía al Espíritu como Defensor y Consolador, para que se quede siempre con los creyentes habitando en ellos. Así, entre Dios Padre y los discípulos se instaura, gracias a la mediación del Hijo y el Espíritu Santo, una relación íntima de reciprocidad".

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"Sin el amor a Jesús, que se da en la observancia de sus mandamientos, la persona se excluye del movimiento trinitario y comienza a replegarse sobre sí misma, perdiendo la capacidad de recibir y comunicar a Dios", advirtió el Papa.

Tras alentar a los ordenandos a amar siempre al Señor, el Santo Padre los exhortó a "adorar a Cristo Señor en vuestros corazones: cultiven una relación personal de amor con Él, amor primero y más grande, único y totalizante, dentro del cual se vive, purifica, ilumina y santifica todas las demás relaciones".

"La 'esperanza que está en vosotros' está ligada a esta 'adoración', a este amor de Cristo, por el Espíritu, que como decíamos, habita en nosotros. Nuestra esperanza, vuestra esperanza es Dios, en Jesús, en el Espíritu Santo. Esperanza que hoy se vuelve en ustedes 'esperanza sacerdotal', la de Jesús el Buen Pastor, que habita en vosotros y da forma a vuestros deseos según el corazón divino".

Finalmente el Papa exhortó a que "¡la esperanza radicada en la fe sea cada vez más vuestra! Y puedan ser siempre testimonio y dispensadores sabios y generosos, dulces y fuertes, respetuosos y convencidos. Que los acompañe en esta misión y los proteja siempre la Virgen María, a quien os exhorto a acoger nuevamente, como hizo el Apóstol Juan bajo la Cruz, como Madre y Estrella de vuestra vida y vuestro sacerdocio. ¡Amén!".

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