La fría Berna, donde el 70% de la población es protestante, se convirtió inesperadamente en el epicentro de una explosión de fe católica en Suiza, cuando más de 70,000 fieles del país y de numerosas comunidades inmigrantes –especialmente españoles y latinoamericanos- se dieron cita para participar en la Misa presidida por el Papa Juan Pablo II en la explanada Allmand.
La multitud aclamó y vitoreó al Pontífice al ritmo del ondear de banderas suizas, italianas, españolas, mexicanas, alemanas y de muchos otros países de Europa del Este y América Latina.
Durante la celebración litúrgica, realizada bajo un estrado coronado por una gran paloma de la paz, cuatro jóvenes suizos presentaron botellas con agua de los cuatro ríos de Suiza, símbolo de las cuatros comunidades lingüísticas que la componen: El Ródano por la francesa, el Rhin por la alemana, el Inn por la romance y el Ticino por la italiana. Las aguas se juntaron en un solo recipiente, desde donde el Santo Padre tomó la única agua para asperjar y bendecir a los presentes.