Al recibir ayer a los Obispos de la Conferencia Episcopal de Francia, en su visita “ad Limina”, el Papa Benedicto XVI subrayó que “en los debates claves de la sociedad, la voz de la Iglesia debe hacerse escuchar, sin flaqueza y con determinación”.

El Santo Padre remarcó que la voz de la Iglesia “se hace escuchar respetando la tradición francesa en materia de distinción entre las esferas de competencia de la Iglesia y las del Estado”.

“En este contexto, precisamente, la armonía que existe entre la fe y la razón os da una seguridad particular : el mensaje de Cristo y de su Iglesia no es sólo portador de una identidad religiosa, que requiere ser respetada como tal; aporta una sabiduría que permite percibir con rectitud cuales son las respuestas concretas a las preguntas más apremiantes, y a veces angustiosas, de la época actual”.

El Papa indicó a los Obispos franceses que “ejerciendo, como ya hacéis, la dimensión profética de vuestro ministerio episcopal, aportáis a estos debates una palabra indispensable de verdad que libera y abre el corazón a la esperanza”.

Benedicto XVI también aseguró que Francia es un país “rico de una larga historia cristiana que no puede ser ignorada o disminuida, y que testimonia con elocuencia esta verdad, la cual configura, también en nuestros días su vocación singular”.

“El Año de la fe nos permite crecer en la confianza, en la fuerza y la riqueza intrínseca del mensaje del Evangelio. ¿Cuántas veces hemos visto que son las palabra de fe, esas palabras simples y directas cargadas de la savia de la Palabra divina, las que más tocan los corazones y las mentes e iluminan las decisiones?”, cuestionó.

El Papa también destacó la importancia de muchos pensadores franceses que, creyentes o no, “son conscientes de los enormes retos de nuestra época y para los que el mensaje cristiano es un punto de referencia irreemplazable”.

El Santo Padre también remarcó la vitalidad de las comunidades religiosas, particularmente las monásticas, en Francia, pues “enriquecen a la sociedad entera y no solo a la Iglesia”.

Benedicto XVI también se refirió al debido cuidado de la liturgia, pues a través de ella la Iglesia “contribuye a la obra civilizadora”.

“El respeto de las normas establecidas expresa el amor y la fidelidad a la fe de la Iglesia; la belleza de las ceremonias, mucho más que las innovaciones y los ajustes subjetivos, constituye una obra duradera y eficaz de evangelización”.

El Papa subrayó el “enorme desafío” que significa “vivir en una sociedad que no siempre comparte las enseñanzas de Cristo, y que, en ocasiones, trata de ridiculizar o marginar a la Iglesia intentando confinarla exclusivamente en la esfera privada”.

“Para hacer frente a estos enormes desafíos, la Iglesia tiene necesidad de testigos creíbles”.

Benedicto XVI aseguró a los obispos que si son “conscientes de la fuerza del ejemplo sabréis encontrar las palabras y gestos para animar a los fieles a encarnar esta ‘unidad de vida’. Deben sentir que su fe los compromete, que representa para ellos una liberación y no una carga, que la coherencia es fuente de alegría y fecundidad”.

El Papa también destacó el papel de los católicos que se dedican a la vida pública, quienes “tienen en este ámbito, una responsabilidad especial”.

“Junto a los obispos, deben prestar atención a los proyectos de leyes civiles que puedan atentar a la protección del matrimonio entre el hombre y la mujer, a la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte, y a la correcta orientación de la bioética en fidelidad a los documentos magisteriales”.

El Santo Padre aseguró que “es más necesario que nunca que sean numerosos los cristianos que emprendan el camino del servicio al bien común profundizando en la Doctrina Social de la Iglesia”.