En sus palabras previas al rezo del Ángelus, frente a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, el Papa Benedicto XVI recordó a los fieles que “todo pasa –nos recuerda el Señor–, pero la Palabra de Dios no cambia, y frente a ella cada uno de nosotros es responsable del propio comportamiento”.

El Santo Padre destacó el carácter “escatológico” del Evangelio de hoy, en el que Jesús se refiere a los últimos tiempos, y destacó que “Jesús no describe el fin del mundo, y cuando usa imágenes apocalípticas, no se comporta como un ‘vidente’”.

“Al contrario, Él quiere sustraer a sus discípulos de toda época de la curiosidad por las fechas, las previsiones, y en cambio, quiere darles una clave de lectura profunda, esencial y, sobre todo, indicar la vía justa sobre la cual caminar, hoy y mañana, para entrar en la vida eterna”.

El Papa dijo que este pasaje bíblico sea “probablemente el texto más difícil de los Evangelios”.

“Esta dificultad deriva, tanto del contenido como del lenguaje: en efecto, se habla de un futuro que supera nuestras categorías, y por esto Jesús utiliza imágenes y palabras tomadas del Antiguo Testamento, pero, sobre todo, coloca un nuevo centro, que es Él mismo, el misterio de su persona y de su muerte y resurrección”.

Benedicto XVI subrayó que el “Hijo del hombre” que, de acuerdo al Evangelio “viene entre nubes con gran poder y gloria”, es Jesús, “que une el presente con el futuro; las antiguas palabras de los profetas han encontrado, finalmente, un centro en la persona del Mesías nazareno: es Él el verdadero acontecimiento que, en medio de los trastornos del mundo, permanece el punto firme y estable”.

“Sabemos que en la Biblia la Palabra de Dios está en el origen de la creación: todas las criaturas, a partir de los elementos cósmicos – sol, luna, firmamento – obedecen a la Palabra de Dios, existen en cuanto “llamados” por ella. Este poder creador de la Palabra divina se ha concentrado en Jesucristo, Verbo hecho carne, y pasa también a través de sus palabras humanas, que son el verdadero ‘firmamento’ que orienta el pensamiento y el camino del hombre en la tierra”.

El Santo Padre indicó que “tampoco en nuestros tiempos faltan calamidades naturales, ni lamentablemente, guerras y violencias”, y por ello “también hoy tenemos necesidad de un fundamento estable para nuestra vida y nuestra esperanza, tanto más a causa del relativismo en el que estamos inmersos”.

“Que la Virgen María nos ayude a acoger este centro en la Persona de Cristo y en su Palabra”, concluyó.