El Papa destaca en Austria la importancia del voluntariado en el progreso de la sociedad

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Al reunirse esta tarde en el Wiener Konzerthaus de Viena con las organizaciones de voluntariado de la Iglesia y de la sociedad civil que trabajan en Austria, el Papa Benedicto XVI subrayó que “el valor y progreso de una sociedad depende constantemente de las personas que hacen más de lo que es estrictamente su obligación”.

Después de una breve introducción musical y las palabras de dos jóvenes voluntarios, del Arzobispo de Salzburg, Mons. Alois Kothgasser, y del Presidente austriaco, Heinz Fischer, el Santo Padre pronunció un discurso en el que señaló que los voluntarios “dejan percibir de modo concreto su amor en la Iglesia y en la sociedad, el amor que como cristianos hemos conocido: ¡es el Amor de Dios, que nos hace reconocer al otro como prójimo, como hermana o hermano!”.

Tras expresar su “cordial gratitud por la notable cultura de voluntariado que existe en Austria”, el Pontífice aclaró que “el amor al prójimo no es algo que pueda ser delegado; el Estado y el orden político, propiamente dedicados al alivio de los necesitados y a la provisión de servicios sociales, no puede tomar su lugar”.

“El amor al prójimo –explicó– exige siempre un compromiso voluntario personal, y el Estado, por supuesto, debe proveer las condiciones que haga esto posible. Gracias a tal compromiso, la asistencia mantiene una dimensión humana y no se vuelve despersonalizada. Los voluntarios, como vosotros mismos, entonces, no son brechas dentro del tejido social, sino personas que en verdad contribuyen en darle a la sociedad un rostro humano y cristiano”.

Decir ‘Sí’ al voluntariado para ayudar a los demás es una decisión liberadora; que abre nuestros corazones a las necesidades de los demás, a las necesidades de la justicia,  a la defensa de la vida y a la protección de la creación. El trabajo voluntario se trata en verdad del corazón de la imagen cristiana de Dios y del hombre: amar a Dios y al prójimo”, dijo el Papa durante su último encuentro antes de la ceremonia de despedida previa a su retorno a Roma.

“Una cultura que calcula el costo de todo, que ciñe las relaciones humanas dentro de una faja de derechos y deberes, es capaz de percibir, gracias a las innumerables personas que donan libremente su tiempo y su servicio a los demás, que la vida es un don inmerecido”, explicó.

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Más adelante, indicó que “sin el trabajo voluntario, la sociedad y el bien común no podrían, no pueden y no podrán persistir. Una disponibilidad para estar al servicio de los demás es algo que sobrepasa el cálculo de inversión y retorno: hace volar las reglas del mercado económico. El valor de los seres humanos no puede ser juzgado puramente por criterios económicos. Sin voluntarios, entonces, ningún Estado podría ser construido. El valor y progreso de una sociedad depende constantemente de las personas que hacen más de lo que es estrictamente su obligación”.

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