Miércoles 9 de octubre

Evangelio según San Lucas, capítulo 11, versículos del 1 al 4

La oración dominical.

1 Un día que Jesús estaba en oración, en cierto lugar, cuando hubo terminado, uno de sus discípulos le dijo: "Señor, enséñanos a orar, como Juan lo enseñó a sus discípulos". 2 Les dijo: "Cuando oráis, decid: Padre, que sea santificado tu nombre; que llegue tu reino. 3 Danos cada día nuestro pan supersubstancial; 4 y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos introduzcas en prueba".

Comentario

2. Compárese esta versión de la Oración dominical, con la de San Mateo, 6, 9 - 13 y notas. Santificado, etc.: Sobre el nombre de Dios, véase Ex. 3, 14 y nota; S. 134, 13; Luc. 1, 49. El P. Garrigou - Lagrange dice muy bien que toda la mística está en el Padrenuestro, por donde se ve que hablar de mística no ha de ser cosa rara ni excepcional entre los cristianos, pues que todos saben y rezan esa oración; a menos que la recitasen sólo con los labios y teniendo su corazón distante. Tal es lo que Jesús imputa a sus peores enemigos, los fariseos (Mat. 15, 8). Cualquier cristiano tiene así a su disposición toda la mística, pues lo más alto de esta vida consiste en ser, respecto a nuestro Padre divino, "todo enseñable", como los niños pequeños. Este Padrenuestro breve que trae San Lucas, sintetiza en forma sumamente admirable esa actitud filial que, deseando toda la gloria para su Padre (cf. Lev. 22, 32), ansía que llegue su reino (para que en toda la tierra se haga su voluntad, como se dice en San Mateo), y entretanto le pide, para poder vivir en este exilio, el don de Jesús que es la vida (I Juan 5, 11 s.), "el pan de Dios que desciende del cielo y da la vida al mundo" (Juan 6, 33 y 48).

4. Job fue puesto a prueba por Satanás con permiso de Dios, y Él lo sostuvo para que fuese fiel, con lo cual Job salió beneficiado de la prueba. Aquí, en cambio, la infinita delicadeza de Jesús nos enseña a pedir al Padre que nos ahorre esa prueba, y que para ello (como añade en Mat. 6, 13) nos libre del Maligno, a la inversa del caso de Job. Admiremos el amor que Jesús, nuestro Hermano Mayor, deja traslucir en esto, y recojamos la suavísima y enorme enseñanza sobre la estimación que Dios hace de la humildad y pequeñez, al punto que, el pedirle nos libre de las pruebas, confesando nuestra debilidad e incapacidad para sufrirlas, le agrada más que la presunción de querer sufrir como Job. Porque si así no fuese, nos habría enseñado Jesús a pedir pruebas. Compárese esto con el fracaso de Pedro cuando alardea de valiente (Juan 13, 37). Inmenso y dichoso descubrimiento es éste de que Dios no se goza en vernos sufrir y de que prefiere vernos pequeños como niños a vernos heroicos y soberbios. Toda la espiritualidad de Santa Teresa de Lisieux está aquí.


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios