Lunes 9 de diciembre

Evangelio según San Lucas Capítulo 1, versículos del 26 al 38

El Ángel Gabriel anuncia a María la encarnación del verbo.

26 Al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen prometida en matrimonio a un varón, de nombre José, de la casa de David; y el nombre de la virgen era María. 28 Y entrado donde ella estaba, le dijo: "Salve, llena de gracia; el Señor es contigo". 29 Al oír estas palabras, se turbó, y se preguntaba qué podría significar este saludo. 30 Mas el ángel le dijo: "No temas, María, porque has hallado gracia cerca de Dios. 31 He aquí que vas a concebir en tu seno, y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 El será grande y será llamado el Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre, 33 y reinará sobre la casa de Jacob por los siglos, y su reinado no tendrá fin. 34 Entonces María dijo al ángel: "¿Cómo será eso, pues no conozco varón?" 35 El ángel le respondió y dijo: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá; por eso el santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios. 36 Y he aquí que tu parienta Isabel, en su vejez también ha concebido un hijo, y está en su sexto mes la que era llamada estéril; 37 porque no hay nada imposible para Dios". 38 Entonces María dijo: "He aquí la esclava del Señor: Séame hecho según tu palabra". Y el ángel la dejó.

Comentario

27. De la casa de David: Aquí parece referirse más bien a José, que sin duda lo era. La diferencia entre ambos esposos está en que María descendía de David por Natán (línea no real) y José por la línea real de Salomón. Para que se cumpliese el anuncio del v. 32, Jesús debía reunir en Él la sangre de David, que recibió de su Madre, y el derecho a la corona, que recibió de su padre adoptivo. Bien lo sabían los judíos, pues de lo contrario los enemigos de Cristo lo habrían acusado de impostor cuando fue aclamado como "Hijo de David".


28. He aquí la fórmula original del Ave María, que se completa con las palabras de Isabel en el v. 42. El ángel la saludó sin duda en lenguaje arameo (el hebreo de entonces, con influencias de Siria y Caldea) con la fórmula "Shalom lak", o sea literalmente: "Paz sobre ti". La fórmula griega "jaíre", usada para ese saludo, significa literalmente "alégrate" y ha sido traducida al latín por la fórmula equivalente de salutación "Ave". Las lenguas modernas han conservado a veces la palabra latina, como hace también el español al designar la oración Ave María, o la han traducido diciendo simplemente: "Yo te saludo", o bien usando expresiones semejantes, por ejemplo: "Salve". La fórmula "Dios te salve", que es sin duda la más hermosa para saludar al común de los mortales, no puede evidentemente ser entendida en forma literal, como si la Virgen aun tuviera que ser salvada. "Llena de gracia" (en griego kejaritomene) es también sin duda la grecización de una expresión aramea que algunos traducen por: "objeto del favor divino", según lo que el ángel agrega en el v. 30. De todas maneras hay una admirable lección de humildad en ese elogio que, sin perjuicio de establecer la más alta santidad en María (habiéndose fundado principalmente en ello el dogma de la Inmaculada Concepción), no alaba en la Virgen ninguna cualidad o virtud como propia de Ella, sino la obra de la divina predilección, como Ella misma lo había de proclamar en el Magnificat (v. 48 s). Bendita tú entre las mujeres: estas palabras faltan aquí en muchos códices. Son las que Isabel dijo a María en el v. 42, donde se completa la primera parte del Ave María. La segunda parte fue añadida posteriormente.


32 s. Véase 2, 50; Dan. 7, 14 y 27; Miq. 4, 7; Mat. 1, 18 ss.; Is. 9, 7; 22, 22; etc.


34. De derecho María era esposa de San José. Así la sabiduría de Dios lo había dispuesto para guardar la honestidad de la Virgen a los ojos de la gente. De las palabras: "No conozco varón" se deduce que María había hecho voto de guardar la virginidad. En las pocas veces que habla María, su corazón exquisito nos enseña siempre no sólo la más perfecta fidelidad sino también la más plena libertad de espíritu. No pregunta Ella cómo podrá ser esto, sino: cómo será, es decir que desde el primer momento está bien segura de que el anuncio del Mensajero se cumplirá, por asombroso que sea, y de que Ella lo aceptará íntegramente, cualesquiera fuesen las condiciones. Pero no quiere quedarse con una duda de conciencia, por lo cual no vacila en preguntar si su voto será o no un obstáculo al plan de Dios, y no tarda en recibir la respuesta sobre el prodigio portentoso de su Maternidad virginal. La pregunta de María, sin disminuir en nada su docilidad (v. 38), la perfecciona, mostrándonos que nuestra obediencia no ha de ser la de un autómata, sino dada con plena conciencia, es decir, de modo que la voluntad pueda ser movida por el espíritu. De ahí que Cristo se presente como la luz, la cual no quiere que la sigamos ciegamente.
Véase Juan 12, 46: "Yo la luz, he venido al mundo para que todo el que cree en Mí no quede en tinieblas. Jesús no quiere que sus discípulos queden en tinieblas. Elocuente condenación de lo que hoy suele llamarse la fe del carbonero. Las tinieblas son lo propio de este mundo, más no para los "hijos de la luz", que viven de la esperanza; y I Cor. 12, 2: "Bien sabéis que cuando erais gentiles se os arrastraba de cualquier modo en pos de los ídolos mudos".

38. La respuesta de María manifiesta, más aún que su incomparable humildad y obediencia, la grandeza de su fe que la hace entregarse enteramente a la acción divina, sin pretender penetrar el misterio ni las consecuencias que para Ella pudiera tener.


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios