Lunes 5 de agosto
22 En seguida obligó a sus discípulos a reembarcarse, precediéndole, a la ribera opuesta, mientras El despedía a la muchedumbre.
Jesús camina sobre las aguas.
23 espedido que hubo a las multitudes, subió a la montaña para orar aparte, y caída ya la tarde, estaba allí solo. 24 Mas, estando la barca muchos estadios lejos de la orilla, era combatida por las olas, porque el viento era contrario. 25 Y a la cuarta vigilia de la noche vino a ellos, caminando sobre el mar. 26 Mas los discípulos viéndolo andar sobre el mar se turbaron diciendo: Es un fantasma; y en su miedo, se pusieron a gritar. 27 Pero en seguida les habló Jesús y dijo: "¡Animo! soy Yo. No temáis". 28 Entonces, respondió Pedro y le dijo: "Señor, si eres Tú, mándame ir a Ti sobre las aguas". 29 Él le dijo: "¡Ven!". Y Pedro saliendo de la barca, y andando sobre las aguas, caminó hacia Jesús. 30 Pero, viendo la violencia del viento, se amedrentó, y como comenzase a hundirse, gritó: "¡Señor, sálvame!". 31 Al punto Jesús tendió la mano, y asió de él diciéndole: "Hombre de poca fe, ¿por qué has dudado?" 32 Y cuando subieron a la barca, el viento se calmó. 33 Entonces los que estaban en la barca se prosternaron ante Él diciendo: "Tú eres verdaderamente el Hijo de Dios". 34 Y habiendo hecho la travesía, llegaron a la tierra de Genesaret. 35 Los hombres del lugar, apenas lo reconocieron, enviaron mensajes por toda la comarca, y le trajeron todos los enfermos. 36 Y le suplicaban los dejara tocar tan solamente la franja de su vestido, y todos los que tocaron, quedaron sanos.
Comentario
23. Jesús se retiraba cada vez que podía
(véase Marc. 1, 35; Luc. 5, 16; 6, 12; 9, 18, y 28; Juan 6, 3, etc.)
para darnos ejemplo y enseñarnos que el hombre que quiere descubrir
y entender las cosas de Dios tiene que cultivar la soledad. No porque sea
pecado andar en tal o cual parte, sino que es simplemente una cuestión
de atención. Porque no se puede atender a un asunto importante cuando
se está distraído por mil bagatelas (cf. Sab. 4, 12). No es
otro el sentido de la semilla que cae entre abrojos (Mat. 13, 22). Cualquiera
sabe y comprende, por ejemplo, que el que tiene novia necesita una gran parte
de su tiempo para visitarla, escribirle, leer sus cartas, ocuparse de lo que
a ella le interesa, etc. Si pretendiésemos que esto no es lo mismo
y que hay otras cosas más importantes, o que nos apremian más
que nuestra relación con Dios, no entenderemos jamás la verdad,
ni sabremos defender nuestros intereses reales, ni gozar de la vida espiritual,
ni aprovechar de los privilegios en los cuales Dios, que todo lo puede, da
por añadidura todo lo demás a quien le hace el honor de prestarle
atención a El (Mat. 6, 33). Pues El nos enseña a poner coto
a nuestros asuntos temporales, porque al que maneja muchos negocios le irá
mal en ellos (Ecli. 11, 10 y nota), y además caerá en los lazos
del diablo (I Tim. 6, 9). Las maravillas de Dios, que consisten principalmente
en el amor que nos tiene, no pueden verse sino en la soledad interior. Compárese
el azul diáfano del cielo en el cenit con el color grisáceo
que tiene más abajo, en el horizonte, cuando se acerca a esta sucia
tierra.
Estos comentarios
corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario
de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE
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