Octava de Pascua (Miércoles 3 de abril)
Los discípulos de Emaús
13 Y he aquí que, en aquel mismo día, dos de ellos se dirigían a una aldea, llamada Emaús, a ciento sesenta estadios de Jerusalén. 14 E iban comentando entre sí todos estos acontecimientos. 15 Y sucedió que, mientras ellos platicaban y discutían, Jesús mismo se acercó y se puso a caminar con ellos. 16 Pero sus ojos estaban deslumbrados para que no lo conociesen. 17 Y les dijo: "¿Qué palabras son éstas que tratáis entre vosotros andando?" 18 Y se detuvieron con los rostros entristecidos. Uno, llamado Cleofás, le respondió: "Eres Tú el único peregrino, que estando en Jerusalén, no sabes lo que ha sucedido en ella en estos días?" 19 Les dijo: "¿Qué cosas?" Y ellos: "Lo de Jesús el Nazareno, que fue varón profeta, poderoso en obra y palabra delante de Dios y de todo el pueblo, 20 y cómo lo entregaron nuestros sumos sacerdotes y nuestros magistrados para ser condenado a muerte, y lo crucificaron. 21 Nosotros, a la verdad, esperábamos que fuera Él, aquel que habría de librar a Israel. Pero, con todo, ya es el tercer día desde que sucedieron estas cosas. 22 Y todavía más, algunas mujeres de los nuestros, nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, 23 y no habiendo encontrado su cuerpo se volvieron, diciendo también que ellas habían tenido una visión de ángeles, los que dicen que Él está vivo. 24 Algunos de los que están con nosotros han ido al sepulcro, y han encontrado las cosas como las mujeres habían dicho; pero a Él no lo han visto". 25 Entonces les dijo: "¡Oh hombres sin inteligencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los profetas! 26 ¿No era necesario que el Cristo sufriese así para entrar en su gloria?" 27 Y comenzando por Moisés, y por todos los profetas, les hizo hermenéutica de lo que en todas las Escrituras había acerca de El. 28 Se aproximaron a la aldea a donde iban, y Él hizo ademán de ir más lejos. 29 Pero ellos le hicieron fuerza, diciendo: "Quédate con nosotros, porque es tarde, y ya ha declinado el día". Y entró para quedarse con ellos. 30 Y estando con ellos a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y les dio. 31 Entonces los ojos de ellos fueron abiertos y lo reconocieron; mas Él desapareció de su vista. 32 Y se dijeron uno a otro: "¿No es verdad que nuestro corazón estaba ardiendo dentro de nosotros, mientras nos hablaba en el camino, mientras nos abría las Escrituras?"
Jesús se aparece a los once
33 Y levantándose en aquella misma hora, se volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los Once y a los demás, 34 los cuales dijeron: "Realmente resucitó el Señor y se ha aparecido a Simón". 35 Y ellos contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo se hizo conocer de ellos en la fracción del pan.
Comentario
13. Ciento sesenta estadios: o sea unos 30 kms., distancia que corresponde a la actual Amwás. En algunos códices se lee "sesenta", en vez de "ciento sesenta", lo que dio lugar a buscar, como posible escenario de este episodio, otros lugares en las proximidades de Jerusalén (El Kubeibe y Kaloníe).
23. Gran misterio es ver que Jesús resucitado, lejos de ser aún
glorificado sobre la tierra (cf. Hech. 1, 6), sigue luchando con la incredulidad
de sus propios discípulos. Cf. Juan 21, 9 y nota: "Al bajar a
tierra, vieron brasas puestas, y un pescado encima, y pan". Santo Tomás
de Aquino opina que en esta comida, como en la del Cenáculo (Luc. 24,
41 - 43) y en la de Emaús (Luc. 24, 30), ha de verse la comida y bebidas
nuevas que Jesús anunció en Mat. 26, 29 y Luc. 22, 16 - 18 y
29 - 30. Otros autores no comparten esta opinión, observando que en
aquellas ocasiones el Señor resucitado no comió cordero ni bebió
vino, sino que tomó pescado, pan y miel, y que, lejos de sentarse a
la mesa en un banquete triunfante con sus discípulos, tuvo que seguir
combatiéndoles la incredulidad con que dudaban de su Redención
(cf. Luc. 24, 13; Hech., 1, 3).
26. Les mostró cómo las profecías y figuras se referían
también a su primera venida doliente (cf. Is. 53; Salmos 21 y 68, etc.),
porque ellos sólo pensaban en la venida del Mesías glorioso.
Cf. Hech. 3, 22 y nota: "Porque Moisés ha anunciado: El Señor
Dios vuestro os suscitará un profeta de entre vuestros hermanos, como
a mí; a El habéis de escuchar en todo cuanto os diga".
Os suscitará un profeta: Este notable pasaje puede traducirse también:
Os resucitará un profeta. Según esta interpretación,
el célebre vaticinio de Moisés sobre el Mesías (Deut.
18, 15) anunciaría que tales profecías habían de cumplirse
en El después de muerto y resucitado. Lucas al narrar, y Pedro al hablar
aquí, usan en griego el verbo anastesei (lo mismo que el texto de Moisés
en los LXX, que es la versión citada por S. Pedro), cuyo sentido principal
es resucitará, y repiten el mismo verbo en el v. 26, donde tal sentido
es evidente y exclusivo de todo otro: levantar de entre los muertos. Esta
versión tiene en su favor circunstancias importantes, puesto que Pedro
está hablando de la Resurrección de Jesús, y su intención
expresa es aquí (como en 2, 24 ss., donde usa el mismo verbo), mostrar
precisamente que esa resurrección estaba anunciada desde Moisés,
como lo estaba por David (véase 2, 25 ss., cita del S. 15, 8 ss., y
2, 30, cita del S. 131). Igual testimonio que éstos de Pedro, da Pablo
en 13, 33 ss., con idénticos argumentos y usando el mismo verbo. Por
lo demás, Jesús ya lo había dicho a los discípulos
de Emaús (uno de los cuales era tal vez el mismo Lucas) llamándolos
"necios y tardos de corazón" en comprender que su rechazo
por Israel, sus dolores, muerte y resurrección estaban previstos, para
lo cual "comenzando por Moisés" les hizo interpretación
de las profecías (Luc. 24, 25 - 27). Y el mismo Lucas relata luego
que a fin de hacerles comprender esos anuncios, el divino Maestro "les
abrió la inteligencia para que entendiesen las Escrituras" y les
dijo que estaba escrito "en Moisés, en los Profetas y en los Salmos"
que el Cristo sufriese "y resucitase de entre los muertos al tercer día"
(Luc. 24, 44 - 46). Cf. 26, 23. Como a mí: Sobre el sentido de estas
palabras, véase 7, 37. Cf. 17, 18 .
30. Pirot hace notar que ha sido abandonada la opinión de que esta
fracción del pan fuese la Eucaristía.
32. Felicidad que hoy está a nuestro alcance (cf. v. 45 y nota: "Entonces
les abrió la inteligencia para que comprendiesen las Escrituras".
Vemos aquí que la inteligencia de la Palabra de Dios es obra del Espíritu
Santo en nosotros, el cual la da a los humildes y no a los sabios.
"La inteligencia de las Escrituras produce tal deleite que el alma se
olvida no sólo del mundo, sino también de sí misma"
(Santa Angela de Foligno).
Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios