Jueves 2 de mayo



Evangelio según San Juan, capítulo 15, versículos del 9 al 11

9 "Como mi Padre me amó, así Yo os he amado: permaneced en mi amor. 10 Si conserváis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, lo mismo que Yo, habiendo conservado los mandamientos de mi Padre, permanezco en su amor. 11 Os he dicho estas cosas, para que mi propio gozo esté en vosotros y vuestro gozo sea cumplido.

Comentario

9. No se puede pasar en silencio una declaración tan asombrosa como ésta. Jesús vino a revelarnos ante todo el amor del Padre, haciéndonos saber que nos amó hasta entregar por nosotros a su Hijo, Dios como El (3, 16). Y ahora, al declararnos su propio amor, usa Jesús un término de comparación absolutamente insuperable, y casi diríamos increíble, si no fuera dicho por Él. Sabíamos que nadie ama más que el que da su vida (v. 13), y que Él la dio por nosotros (10, 11), y nos amó hasta el fin (13, 1), y la dio libremente (10, 18), y que el Padre lo amó especialmente por haberla dado (10, 17); y he aquí que ahora nos dice que el amor que El nos tiene es como el que el Padre le tiene a Él, o sea que Él, el Verbo eterno, nos ama con todo su Ser divino, infinito, sin límites, cuya esencia es el mismo amor (cf. 6, 57; 10, 14 s.). No podrá el hombre escuchar jamás una noticia más alta que esta "buena nueva", ni meditar en nada más santificante; pues, como lo hacía notar el Beato Eymard, lo que nos hace amar a Dios es el creer en el amor que Él nos tiene. Permaneced en mi amor significa, pues, una invitación a permanecer en esa privilegiada dicha del que se siente amado, para enseñarnos a no apoyar nuestra vida espiritual sobre la base deleznable del amor que pretendemos tenerle a Él (véase como ejemplo 13, 36 - 38), sino sobre la roca eterna de ese amor con que somos amados por Él. Cf. I Juan 4, 16 y nota:
"En cuanto a nosotros, hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor; y el que permanece en el amor, en Dios permanece y Dios permanece en él".
Permanecer en el amor no significa (como muchos pensarán), permanecer amando, sino sintiéndose amado, según vemos al principio de este v.: hemos creído en ese amor. S. Juan que acaba de revelarnos que Dios nos amó primero (v. 10), nos confirma ahora esa verdad con las propias palabras de Jesús que el mismo Juan nos conservó en su Evangelio. "Permaneced en mi amor" (Juan 15, 9). También allí nos muestra el Salvador este sentido inequívoco de su palabras, admitido por todos los intérpretes: no quiere El decir: permaneced amándome, sino que dice: Yo os amo como Mi Padre me ama a Mí; permaneced en mi amor, es decir, en este amor que os tengo y que ahora os declaro. Lo que aquí descubrimos es, sin duda alguna, la más grande y eficaz de todas las luces que puede tener un hombre para la vida espiritual, como lo expresa muy bien S. Tomás diciendo: "Nada es más adecuado para mover al amor, que la conciencia que se tiene de ser amado" (cf. Os. 2, 23 y nota). No se me pide, pues, que yo ame directamente, sino que yo crea que soy amado. ¿Y qué puede haber más agradable que ser amado? ¿No es eso lo que más busca y necesita el corazón del hombre? Lo asombroso es que el creer, el creerse que Dios nos ama, no sea una insolencia, un audacia pecaminosa y soberbia, sino que Dios nos pida esa creencia tan audaz, y aun nos la indique como la más alta virtud. Feliz el que recoja esta incomparable perla espiritual que el divino Espíritu nos ofrece por boca del discípulo amado; donde hay alguien que secree amado por Dios, El, pues que El es ese mismo amor. La liturgia del Jueves Santo (lavatorio de los pies) aplica acertadamente este concepto a la caridad fraterna, diciendo: "Donde hay caridad y amor, allí está Dios", lo cual también es exacto porque ambos amores son inseparables (v. 23), y Jesús dijo también que El está en medio de los que se reúnen en su Nombre (Mat. 18, 20). Fácil es por lo demás explicarse la indivisibilidad de ambos amores si se piensa que yo no puedo dejar de tener sentimientos de caridad y misericordia en mi corazón mientras estoy creyendo que Dios me ama hasta perdonarme toda mi vida y dar por mí su Hijo para que yo pueda ser tan glorioso como El. Por eso es que no podría decirse "peca fuerte y cree más fuerte", según la célebre fórmula, pues cuando pecamos lo primero que falla es la fe (cf. 5, 4; I Pedro 5, 9).

11. Porque no puede existir para el hombre mayor gozo que el de saberse amado así. En 16, 24; 17, 13; I Juan 1, 4, etc., vemos que todo el Evangelio es un mensaje de gozo fundado en el amor.

 

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios