Domingo 29 de setiembre

Evangelio según San Mateo Capítulo 21, versículos del 28 al 32

Los dos hijos desiguales.

28 "¿Qué opináis vosotros? Un hombre tenía dos hijos; fue a buscar al primero y le dijo: "Hijo, ve hoy a trabajar a la viña". 29 Mas éste respondió y dijo: "Voy, Señor", y no fue. 30 Después fue a buscar al segundo, y le dijo lo mismo. Este contestó y dijo: "No quiero", pero después se arrepintió y fue. 31 ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?" Respondieron: "El último". Entonces, Jesús les dijo: "En verdad, os digo, los publicanos y las rameras entrarán en el reino de Dios antes que vosotros. 32 Porque vino Juan a vosotros, andando en camino de justicia, y vosotros no le creísteis, mientras que los publicanos y las rameras le creyeron. Ahora bien, ni siquiera después de haber visto esto, os arrepentisteis, para creerle".

Comentario

28. El primero de los dos hijos es el tipo de los que honran a Dios con los labios, pero cuyo corazón está lejos de Él (15, 8); el segundo es el hombre que, sobrecogido de los remordimientos de su conciencia, se arrepiente y se salva. "El remordimiento, dice S. Ambrosio, es una gracia para el pecador. Sentir el remordimiento y escucharlo prueba que la conciencia no está enteramente apagada. El que siente su herida, desea la curación y toma remedios. Donde no se siente el mal, no hay esperanza de vida". Cf. Mat. 27, 5 y Ecli. 40, 8 y nota.

31. Jesús se refiere a los dos casos extremos y no indica ningún caso donde el que promete cumpla. Si añadimos a esto el tremendo fracaso de Pedro en sus promesas, que Dios quiso recalcarnos reiterándolo en los cuatro Evangelios (Mat. 26, 35; Marc. 14, 29; Luc. 22, 33; Juan 13, 37), parece descubrirse aquí, con un carácter notablemente general, la falla de los que prometen y la doblez de los que se nos presentan melosamente. Aquí, claro está, el que promete cree ser sincero en el momento, como lo fue Pedro. La enseñanza estaría precisamente en prevenirnos que esa actitud de prometerle a Dios encierra en sí muchísimas veces una falacia, revelando una presunción que Él confunde, porque es vano ofrecer semejante anticipo a Quien está viendo que mañana tal vez ya no viviremos, y que es el Unico en saber si seremos o no fieles puesto que sólo El puede darnos la gracia de la fidelidad. De ahí que la actitud de verdadera fidelidad, lejos de prometer a Dios, implora de Él su sostén. Entonces si que la fidelidad es segura, precisamente porque desconfía de sí misma y sólo se apoya en Dios. Tal ha de ser, pues, el espíritu de todo verdadero propósito de enmienda.


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios