Miércoles Santo (27
de marzo)

Evangelio según San Mateo, capítulo 26, versículo del 14 al 25

Judas vende al maestro.

14 Entonces uno de los Doce, el llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes, 15 y dijo: "¿Qué me dais, y yo os lo entregaré?" Ellos le asignaron treinta monedas de plata. 16 Y desde ese momento buscaba una ocasión para entregarlo.

La ultima cena.

17 El primer día de los Azimos, los discípulos se acercaron a Jesús, y le preguntaron: "¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?" 18 Les respondió: "Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: "El Maestro te dice: Mi tiempo está cerca, en tu casa quiero celebrar la Pascua con mis discípulos". 19 Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y prepararon la Pascua. 20 Y llegada la tarde, se puso a la mesa con los Doce. 21 Mientras comían les dijo: "En verdad, os digo, uno de vosotros me entregará". 22 Y entristecidos en gran manera, comenzaron cada uno a preguntarle: "¿Seré yo, Señor?" 23 Mas Él respondió y dijo: "El que conmigo pone la mano en el plato, ese me entregará. 24 El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido". 25 Entonces Judas, el que le entregaba, tomó la palabra y dijo: "¿Seré yo, Rabí?" Le respondió: "Tú lo has dicho".

Comentario

14. Iscariote, es decir, hombre de Kariot, que significa aldea y es también el nombre propio de una población de Idumea. Véase la profecía de Abdías que es toda contra Edom. Cf. v. 24; S. 59, 11; 75, 11; Is. 63, 1 ss.; Habac. 3, 3; Apoc. 19, 13 ss.

17. Los ázimos son panes sin levadura, que los judíos comían durante la Octava de la Fiesta de Pascua. El día era un jueves, ese mismo en que ellos anticipadamente debían comer el cordero pascual (Luc. 22, 8; Juan 18, 28 y nota).

25. Tú lo has dicho: Jesús pronunció estas palabras en voz baja, de modo que los otros discípulos no las entendieron, como se ve en Juan 13, 28 - 29. La traición de Judas no es solamente fruto de su avaricia, sino también de la falsa idea que tenía del Mesías. Para él un Mesías humilde y doliente era un absurdo, porque no comprendía que Jesús quiso poner a prueba la fe de sus discípulos, con su humildad, que también estaba anunciada por los profetas lo mismo que los esplendores de su reino (Is. 49, 7 s.; 53, 1 ss.; 61, 1 ss.). Véase Luc. 24, 46: "Y les dijo: "Así estaba escrito que el Cristo sufriese y resucitase de entre los muertos al tercer día".

 

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios