Martes 26 de febrero


Evangelio según San Mateo, capítulo 23, versículos del 1 al 12

Escribas y fariseos

1 Entonces Jesús habló a las muchedumbres y a sus discípulos, 2 y les dijo: "Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. 3 Todo lo que ellos os mandaren, hacedlo, y guardadlo; pero no hagáis como ellos, porque dicen, y no hacen. 4 Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobre las espaldas de las gentes, pero ellos mismos ni con el dedo quieren moverlas. 5 Hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres; se hacen más anchas las filacterias y más grandes las franjas (de sus mantos); 6 quieren tener los primeros puestos en los banquetes y en las sinagogas, 7 ser saludados en las plazas públicas, y que los hombres los llamen: "Rabí". 8 Vosotros, empero, no os hagáis llamar "Rabí", porque uno solo es para vosotros el Maestro; vosotros sois todos hermanos. 9 Y tampoco llaméis padre a ninguno de vosotros sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo. 10 Ni os llaméis director, porque uno solo es vuestro director: Cristo. 11 El mayor entre vosotros sea servidor de todos. 12 Quien se elevare, será abajado; y quien se abajare, será elevado".

Comentario

5. En las filacterias o cajitas de cuero, sujetas con correas a la frente y a los brazos, llevaban los judíos pergaminos o papeles en que estaban escritos algunos pasajes de la Ley. Los fariseos formulistas habían exagerado esta piadosa práctica destinada a tener siempre a la vista la Palabra de Dios. Véase Deut. 6, 8; 22, 12.

8. Confrontado en Col. 2, 8 y nota: "Mirad, pues, no haya alguno que os cautive por medio de la filosofía y de vana falacia, fundadas en la tradición de los hombres sobre los elementos del mundo, y no sobre Cristo". Fundadas en la tradición de los hombres: Es ésta una de las frases más expresivas de S. Pablo. Pone el dedo en la llaga sobre la prudencia de los hombres, y el espíritu meramente humano, como predicador de una doctrina que no sólo es toda sobrenatural y divina, recibida por él de Cristo y "no de los hombres", "ni según los hombres", "ni para agradar a los hombres", sino que, como tal, es contraria a toda sabiduría humana, y tan despreciada y perseguida por los carnales cuanto por los intelectualistas (I Cor. cap. 1 - 3) y por los que se jactan de sus "virtudes". Todo esto forma lo que Cristo llama "el mundo", que es necesariamente su enemigo (Juan 7; 7).
Por el solo hecho de no estar con El, está contra El (Luc. 11, 23), y no pudiendo recibir la verdadera sabiduría del Espíritu Santo, porque "no lo ve ni lo conoce" (Juan 14, 17), considera "altamente estimable lo que para Dios es despreciable" (Luc. 16, 15), y se constituye, a veces so capa de piedad y buen sentido, en el más fuerte opositor de las "paradojas" evangélicas, porque le escandalizan. El gran Apóstol que fue burlado en la mayor academia clásica del mundo, nos previene aquí contra el más peligroso de todos los virus porque es el más "honorable". Al terminar la segunda guerra mundial, se anunció que el campo de la cultura, para orientar a la humanidad, se disputará entre dos tendencias: la humanista por una parte, y por otra la pragmatista, utilitarista y positivista. S. Pablo, que otras veces nos previene contra esta última y contra aquellos "cuyo dios es el vientre" (Filip. 3, 19), señalándonos la inanidad de esta vida efímera (I Cor. 6, 13; 7, 31; II Cor. 4, 18; Hebr. 11, 1, etc.), nos previene aquí también contra la primera, recordándonos que "todo el que se cree algo se engaña, porque es la nada" (Gál. 6, 3), y que "uno solo es nuestro Maestro": Jesús de Nazaret (Mat. 23, 8), el cual fue acusado precisamente porque "cambiaba las tradiciones" (Hech. 6, 4). Véase Marc. 7, 4; Mat. 15, 3; Neh. 9, 6 y notas. "Si Babel trata de alzar más y más su torre, decía un Santo, cavemos nosotros más profundo aún nuestro pozo, hasta la nada total, hasta el infinito no ser, para compensar en cuanto se pueda el desequilibrio".

11. Meditemos esto en Luc. 22, 27 y nota: "Pues ¿quién es mayor, el que está sentado a la mesa, o el que sirve? ¿No es acaso el que está sentado a la mesa? Sin embargo, Yo estoy entre vosotros como el sirviente". ¡Como el sirviente! No podemos pasar por alto esta palabra inefable del Hijo de Dios, sin postrarnos con la frente pegada al polvo de la más profunda humillación y suplicarle que nos libre de toda soberbia y de la abominable presunción de ser superiores a nuestros hermanos, o de querer tiranizarlos, abusando de la potestad que sobre ellos hemos recibido del divino Sirviente. Cf. Mat. 23, 11; Filip. 2, 7 s. y nota; I Pedro 5, 3; II Cor. 10, 8; III Juan 9 s.

12. Es la doctrina del Magnificat (Luc. 1, 52; 14, 11; 18, 14).

Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios