Viernes 21 de junio
Evangelio según San Mateo, capítulo 6, versículos del 19 al 23
Las verdaderas riquezas.
19 "No os amontonéis tesoros en la tierra, donde polilla y herrumbre (los) destruyen, y donde los ladrones horadan los muros y roban. 20 Amontonaos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni herrumbre destruyen, y donde ladrones no horadan ni roban. 21 Porque allí donde está tu tesoro, allí también estará tu corazón".
22 "La lámpara del cuerpo es el ojo: Si tu ojo está sencillo, todo tu cuerpo gozará de la luz; 23 pero si tu ojo está inservible, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Luego, si la luz que hay en ti es tiniebla, ¿las tinieblas mismas, cuán grandes serán?".
Comentario
21. Jesús nos da aquí una piedra de toque para discernir en materia de espiritualidad propia y ajena. El que estima algo como un tesoro, no necesita que lo fuercen a buscarlo. Por eso San Pablo nos quiere llevar por sobre todo al conocimiento de Cristo (Ef. 4, 19). Una vez puesto el corazón en Él, es seguro que el mundo ya no podrá seducirnos. Véase 13, 44 ss.
22. Estas palabras se refieren a la recta intención
o simplicidad del corazón, tan fundamental según toda la Escritura.
"Dios, dice S. Bernardo, no mira lo que hacéis, sino con qué
voluntad lo hacéis". Véase Sab. 1, 1 ss.
Cf. Luc. 11, 34 y nota: "La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando
tu ojo está claro, todo tu cuerpo goza de la luz, pero si él
está turbio, tu cuerpo está en tinieblas".
Nuestro ojo verá bien, y servirá para iluminar todo nuestro
ser, esto es, para guiar toda nuestra conducta, si él a su vez es iluminado
por esa luz de la sabiduría divina, que no está hecha para esconderse
(v. 33). Esa sabiduría es la que está contenida en la Palabra
de Dios, a la cual la misma Escritura llama antorcha para nuestros pies (S.
118, 105 y nota). Entonces cuando nuestro ojo iluminado ilumine nuestro cuerpo,
él alumbrará a los demás (v. 36). Así, pues, el
candelero (v. 33) somos nosotros los llamados al apostolado. El v. 35 nos
previene que cuidemos no tomar por luz, guía o maestro lo que no sea
verdad comprobada: es decir, no entregarnos ciegamente al influjo ajeno.
Estos comentarios
corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario
de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE
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