Jueves 20
de junio


Evangelio según San Mateo, capítulo 6, versículos del 7 al 15

7 Y cuando oráis, no abundéis en palabras, como los paganos, que se figuran que por mucho hablar serán oídos. 8 Por lo tanto, no los imitéis, porque vuestro Padre sabe qué cosas necesitáis, antes de que vosotros le pidáis. 9 Así, pues, oraréis vosotros: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre; 10 venga tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. 11 Danos hoy nuestro pan supersubstancial; 12 y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores; 13 y no nos introduzcas en tentación, antes bien líbranos del Maligno. 14 Si, pues, vosotros perdonáis a los hombres sus ofensas, vuestro Padre celestial os perdonará también; 15 pero si vosotros no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestros pecados".

Comentario

8. Lo sabe ya el Padre: Es ésta una inmensa luz para la oración. ¡Cuán fácil y confiado no ha de volverse nuestro ruego, si creemos que El ya lo sabe, y que todo lo puede, y que quiere atendernos pues su amor está siempre vuelto hacia nosotros! (Cant. 7, 10), y esto aunque hayamos sido malos, según acabamos de verlo (5, 45 - 48). Es más aún: Jesús no tardará en revelarnos que el Padre nos lo dará todo por añadidura (v. 32 - 34) si buscamos su gloria como verdaderos hijos.

9. El Padre Nuestro es la oración modelo por ser la más sencilla fórmula para honrar a Dios y entrar en el plan divino, pidiéndole lo que El quiere que pidamos, que es siempre lo que más nos conviene. Véase Luc. 11, 2. Orar así es colocarse en estado de la más alta santidad y unión con el Padre, pues no podríamos pensar ni desear ni pedir nada más perfecto que lo dicho por Jesús. Claro está que todo se pierde si la intención del corazón - que exige atención de la mente - no acompaña a los labios. Véase 15, 8. Santificado, etc.: toda la devoción al Padre - que fue la gran devoción de Jesús en la tierra y sigue siéndolo en el cielo donde El ora constantemente al Padre (Hebr. 7, 25) - está en este anhelo de que el honor, la gratitud y la alabanza sean para ese divino Padre que nos dio su Hijo. Tu Nombre: en el Antiguo Testamento: Yahvé; en el Nuevo Testamento: Padre. Véase Juan 17, 6; cf. Ex. 3, 14; Luc. 1, 49.

10. No se trata como se ve, del Cielo adonde iremos, sino del Reino de Dios sobre la tierra, de modo que en ella sea obedecida plenamente la amorosa voluntad del Padre, tal como se la hace en el Cielo. ¿Cómo se cumplirá tan hermoso ideal? Jesús parece darnos la respuesta en la Parábola de la Cizaña (13, 24 - 30 y 36 - 43). Véase 24, 3 - 13; Luc. 18, 8; II Tes. 2, 3 ss.

11. Supersubstancial, esto es, sobrenatural. Así traducen San Cirilo y San Jerónimo. Sin embargo, hay muchos expositores antiguos y modernos que vierten: "cotidiano", o de "nuestra subsistencia", lo que a nuestro parecer no se compagina bien con el tenor de la Oración dominical, que es todo sobrenatural. Este modo de pedir lo espiritual antes de lo temporal coincide con la enseñanza final del Sermón (v. 33), según la cual hemos de buscar ante todo el reino de Dios, porque todo lo demás se nos da "por añadidura", es decir, sin necesidad de pedirlo.

12. Perdonamos: esto es declaramos estar perdonando desde este momento. No quiere decir que Dios nos perdone según nosotros solemos perdonar ordinariamente, pues entonces poco podríamos esperar por nuestra parte. El sentido es, pues: perdónanos como perdonemos, según se ve en el v. 14.

13. Aquí como en 5, 37, la expresión griega "Apó tu ponerú", semejante a la latina "a malo" y a la hebrea "min hará", parece referirse, como lo indica Joüon, antes que al mal en general al Maligno, o sea a Satanás, de quien viene la tentación mencionada en el mismo versículo. La peor tentación sería precisamente la de no perdonar, que S. Agustín llama horrenda, porque ella nos impediría ser perdonados, según vimos en el v. 12 y la confirman el 14 y el 15. Véase 18, 35; Marc. 11, 25; Juan 17, 15. Tentación (en griego peirasmós, de peirá, prueba o experiencia) puede traducirse también por prueba. Con lo cual queda claro el sentido: no nos pongas a prueba, porque desconfiamos de nosotros mismos y somos muy capaces de traicionarte. Este es el lenguaje de la verdadera humildad, lo opuesto a la presunción de Pedro. Véase Luc. 22, 33 (cf. Martini). Esto no quita que El pruebe nuestra fe (I Pedr. 1, 7) cuando así nos convenga (Sant. 1, 12) y en tal caso "fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados más allá de vuestras fuerzas" (I Cor. 10, 13).

14. ¡Es, pues, enorme la promesa que Jesús pone aquí en nuestras manos! ¡Imaginemos a un juez de la tierra que dijese otro tanto! Pero ¡ay! si no perdonamos, porque entonces nosotros mismos nos condenamos en esta oración (cf. 5, 43 - 48). Es decir, que si rezaran bien un solo Padrenuestro los que hacen las guerras, éstas serían imposibles. ¡Y aun se dice que estamos en la civilización cristiana!


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios