Martes 12 de noviembre

Evangelio según San Lucas, capítulo 17, versículos del 7 al 10

7 ¿Quién de vosotros, que tenga un servidor, labrador o pastor, le dirá cuando éste vuelve del campo: "Pasa en seguida y ponte a la mesa"? 8 ¿No le dirá más bien: "Prepárame de comer; y ceñido sírveme luego hasta que yo haya comido y bebido, y después comerás y beberás tú"? 9 ¿Y acaso agradece al servidor por haber hecho lo que le mandó? 10 Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os está mandado, decid: "Somos siervos inútiles, lo que hicimos, estábamos obligados a hacerlo".

Comentario

10. "Entregarse todo entero y considerarse siervo inútil es una cosa preciosa para el hombre espiritual. Porque el que lo ha hecho es el que descubre fácilmente cuán mal sabe hacerlo. Y como desea hacerlo cada vez más, pues ha encontrado en ello su reposo, vive pidiendo al Padre que le enseñe a entregarse, comprendiendo que todo cuanto pueda hacer en ese sentido es también obra de la gratuita misericordia de ese Dios cuyo Hijo vino a buscar pecadores y no justos, y sin el cual nada podemos. De ahí que al hombre espiritual ni siquiera se le ocurre pensar - como lo hace el hombre natural - que es dura e injusta esa palabra de Jesús al decir que nos llamemos siervos inútiles, pues el espiritual se da cuenta de que ser así, inútil, no sólo es una enorme verdad que en vano se pretendería negar, sino que es también lo que más le conviene para su ventaja, pues a los hambrientos Dios los llena de bienes, en tanto que si él fuera rico espiritualmente (o mejor: si pretendiera serlo) sería despedido sin nada, como enseña María (Luc. 1, 53). Vemos, pues, que en esto de ser siervo inútil está, no una censura o reproche de Jesús, sino todo lo contrario: nada menos que la bienaventuranza de los pobres en el espíritu (Mat. 5, 3 y nota). Así es la suavidad inefable del Corazón de Cristo: cuando parece exigirnos algo, en realidad nos está regalando. Y bien se entiende esto, pues a Él ¿qué le importaría que hiciéramos tal cosa o tal otra, si no buscara nuestro bien... hasta con su Sangre? De ahí que la característica del hombre espiritual sea ésta: se sabe amado de Dios y por eso no se le ocurre suponerle intenciones crueles, aunque El a veces disimule su bondad bajo un tono que nos parece severo, como al niño cuando el padre lo manda a dormir la siesta. Porque Él nos dice que no piensa en obligarnos sino en darnos paz (Jer. 29, 11)". Sobre la diferencia entre el hombre espiritual y el que no lo es, véase I Cor. 2, 10 y 14


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios