Jueves 11
de julio


Evangelio según San Mateo 10, versículos del 7 al 15

7 Y de camino predicad diciendo: "El reino de los cielos se ha acercado". 8 Sanad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad fuera demonios. Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente. 9 No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; 10 ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero es acreedor a su sustento. 11 Llegados a una ciudad o aldea, informaos de quién en ella es digno, y quedaos allí hasta vuestra partida. 12 Al entrar a una casa decidle el saludo (de paz). 13 Si la casa es digna, venga vuestra paz a ella; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. 14 Y si alguno no quiere recibiros ni escuchar vuestras palabras, salid de aquella casa o de aquella ciudad y sacudid el polvo de vuestros pies. 15 En verdad, os digo, que en el día del juicio (el destino) será más tolerable para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad".

Comentario

9. En estas palabras se contiene una exhortación a amar y practicar la pobreza, un llamado especial que Dios hace a los religiosos y sacerdotes que se dedican al sagrado ministerio. Jesús manda, tanto a los apóstoles, como a los discípulos (Luc. 10, 4), que no lleven bolsa, ni alforja, ni dinero, confiando en la eficacia propia de la divina Palabra, cuya predicación es el objeto por excelencia del apostolado, según se nos muestra en la despedida de Jesús (28, 19 s., Marc. 16, 15); en la conducta de los Doce después de Pentecostés (Hech. 6, 2) y en las declaraciones de S. Pablo (I Cor. 1, 17; 9, 16).

12. Esta costumbre, todavía hoy mantenida en Oriente, sin darse el saludo La paz sea contigo, era seguida fielmente por los primeros cristianos. ¡Qué bien sería restaurarla según lo enseña aquí el Maestro! Saludar, en lenguaje pagano, es desear la salud. En lenguaje cristiano, es desear la paz, que es cosa del alma. Cf. Luc. 1, 28 y nota: Y entrado donde ella estaba, le dijo: "Salve, llena de gracia; el Señor es contigo". He aquí la fórmula original del Ave María, que se completa con las palabras de Isabel en el v. 42. El ángel la saludó sin duda en lenguaje arameo (el hebreo de entonces, con influencias de Siria y Caldea) con la fórmula "Shalom lak", o sea literalmente: "Paz sobre ti" (10, 6; Mat. 10, 12 y nota). La fórmula griega "jaíre", usada para ese saludo, significa literalmente "alégrate" y ha sido traducida al latín por la fórmula equivalente de salutación "Ave". Las lenguas modernas han conservado a veces la palabra latina, como hace también el español al designar la oración Ave María, o la han traducido diciendo simplemente: "Yo te saludo", o bien usando expresiones semejantes, por ejemplo: "Salve". La fórmula "Dios te salve", que es sin duda la más hermosa para saludar al común de los mortales, no puede evidentemente ser entendida en forma literal, como si la Virgen aun tuviera que ser salvada. "Llena de gracia" (en griego kejaritomene) es también sin duda la grecización de una expresión aramea que algunos traducen por: "objeto del favor divino", según lo que el ángel agrega en el v. 30. De todas maneras hay una admirable lección de humildad en ese elogio que, sin perjuicio de establecer la más alta santidad en María (habiéndose fundado principalmente en ello el dogma de la Inmaculada Concepción), no alaba en la Virgen ninguna cualidad o virtud como propia de Ella, sino la obra de la divina predilección, como Ella misma lo había de proclamar en el Magnificat (v. 48 s). Bendita tú entre las mujeres: estas palabras faltan aquí en muchos códices. Son las que Isabel dijo a María en el v. 42, donde se completa la primera parte del Ave María. La segunda parte fue añadida posteriormente.


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios