Feria de Cuaresma

marzo 30, 2020

Color: morado

Lecturas diarias:

  • Primera Lectura

    Daniel 13:1-9, 15-17, 19-30, 33-62

    1Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín. 2Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios; 3sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. 4Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos. 5Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.» 6Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos. 7Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido. 8Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla. 9Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios. 15Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín. 16No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho. 17Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme.» 19En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella, 20y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros. 21Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.» 22Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros. 23Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor.» 24Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella, 25y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín. 26Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría, 27y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana. 28A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos inicuos contra Susana para hacerla morir. 29Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla, 30y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes. 33Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían. 34Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza. 35Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios. 36Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego despachó a las doncellas. 37Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella. 38Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos. 39Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó. 40Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven. 41No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte. 42Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda, 43tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.» 44El Señor escuchó su voz 45y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, 46que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!» 47Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?» 48El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel? 49¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!» 50Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.» 51Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.» 52Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada, 53dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No matarás al inocente y al justo." 54Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.» 55«En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio.» 56Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón! 57Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad. 58Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El respondió: «Bajo una encina.» 59En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.» 60Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él. 61Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio 62y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente.

    OR

    Daniel 13:41-62

    41No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.» La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte. 42Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda, 43tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.» 44El Señor escuchó su voz 45y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, 46que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!» 47Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?» 48El, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel? 49¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!» 50Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.» 51Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.» 52Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada, 53dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: "No matarás al inocente y al justo." 54Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.» Respondió él: «Bajo una acacia.» 55«En verdad - dijo Daniel - contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio.» 56Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón! 57Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad. 58Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?» El respondió: «Bajo una encina.» 59En verdad, dijo Daniel, tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.» 60Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él. 61Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio 62y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente.

  • Salmo Responsorial

    Salmo 23:1-6

    1Salmo. De David. Yahveh es mi pastor, nada me falta. 2Por prados de fresca hierba me apacienta. Hacia las aguas de reposo me conduce, 3y conforta mi alma; me guía por senderos de justicia, en gracia de su nombre. 4Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan. 5Tú preparas ante mí una mesa frente a mis adversarios; unges con óleo mi cabeza, rebosante está mi copa. 6Sí, dicha y gracia me acompañarán todos los días de mi vida; mi morada será la casa de Yahveh a lo largo de los días.

  • Evangelio

    Juan 8:1-11

    1Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. 2Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. 3Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio 4y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. 5Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» 6Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. 7Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.» 8E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. 9Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. 10Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» 11Ella respondió: «Nadie, Señor.» Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.»